sábado, 12 de mayo de 2018

¿Lo verde empieza en los Pirineos?

En 1973, la película Lo verde empieza en los Pirineos se convirtió en uno de los mayores éxitos de taquilla de la España del tardofranquismo. La cosa tenía mérito, ya que no se trataba de una película sobre la pérdida de vida salvaje y de hábitats naturales —en peligro hoy en día a causa de la mano del hombre—, sino sobre tres amigos que iban a Biarritz para ver películas prohibidas por la censura española: El último tango en París de Bernardo Bertolucci, La gran comilona de Marco Ferreri o La naranja mecánica de Stanley Kubrick. Vista hoy, el mayor valor de la película de Vicente Escrivá está en el título, que ilustraba acerca las prácticas eróticas reprimidas por el régimen franquista. Ahora bien, dando a la palabra su noble sentido ecológico, hoy en día podríamos decir que lo verde empieza en los confines del universo, como predijo Ursula K. Le Guin en The Word for World Is Forest (La palabra para mundo es bosque, traducida en España como El nombre del mundo es bosque, en la versión canónica de Matilde Horne). La novela de Le Guin narra la historia de Nueva Tahití, un planeta a años de luz de la Tierra, cuya superficie está prácticamente cubierta de bosques: “Todo lo que había aquí había sido traído de la Tierra alrededor de un millón de años atrás, y la evolución había seguido pautas tan similares que uno reconocía inmediatamente cada especie: pino, roble, nogal, castaño, abeto, acebo, manzano, fresno”. No es difícil ver en El nombre del mundo es bosque una parábola sobre el destino de todas las empresas humanas: la extinción. Si no se pone remedio, a la larga la palabra para mundo será desierto. Por eso, debemos saludar cada nuevo libro de Errata naturae con inmensa alegría. La editorial madrileña, referente en libros salvajes que invitan al escapismo campestre, acaba de publicar La frontera salvaje (A Tour on the Prairies,1835) de Washington Irving, y Desde esta colina (On this Hilltop, 1991) de Sue Hubbell, quien ya nos había dejado un grato sabor a miel con Un año en los bosques (A Country Year. Living the Questions, 1983), una obra sembrada de pequeños e inopinados momentos de epifanía. En Desde esta colina volvemos a encontrar a una mujer consumada en su vocación de horticultora, que pasa del intimismo a la euforia y hace que ambas parezcan la misma cosa.




“Una noche de este verano estaba tendida en la cama sin poder dormirme cavilando sobre la habilidad de los calabacines para crecer de manera tan rápida y excesiva a partir de diminutos nódulos verdes hasta convertirse en frutos de sesenta centímetros de largo. Me levanté para intentar pillarlos por sorpresa y salí de puntillas al huerto bañado por la luz de la luna con los pies mojados por el rocío. Pero se ve que los calabacines tienen muy buen oído, porque, cuando llegué hasta ellos, dejaron de crecer, se contuvieron y fingieron ser sólo calabazas de verano de tamaño normal. A la tarde siguiente, eran frutos hinchados y descomunales, sólo aptos para alimentar a las gallinas, que también empezaban a aborrecerlos”.

Sue Hubbell, Desde esta colina