martes, 15 de mayo de 2018

La historia más triste

Decía W.H. Auden —cito de memoria— que a través de los libros los muertos nos hablan alterando la entraña de los vivos. En Malva (Malva, 2017; Rey naranjo, 2018), primera novela de la escritora holandesa Hagar Peeters, la  protagonista que ya ha muerto habla directamente a sus lectores. Malva Marina Trinidad del Carmen Reyes, hija de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, tiene una historia desgarradora y muy triste que contarnos. Utilizo el presente a propósito porque el libro está vivo y ella también tendría que estarlo, pero no lo está. Murió a los ocho años en Gouda, en 1943. Malva nació con hidrocefalia severa y fue rechazada por su padre a los dos años. El poeta chileno no sólo la abandonó y la olvidó sin mayores remordimientos, sino que dijo de ella a una amiga de Buenos Aires, Sara Tornú: “Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma”. A lo que Malva, en la novela, responde desde el más allá: “El punto y coma es el símbolo por excelencia de la ambivalencia; contiene lo definitivo del punto, por un lado, y la continuidad de la coma, por el otro. Con semejante duplicidad este signo hace justicia a la duplicidad de la vida y a mis sentimientos hacia mis progenitores. [...] El punto y coma está en peligro de extinción ahora que ya casi nadie sabe dónde colocarlo. Ha quedado en desventaja frente a otros signos de puntuación, tal como me sucedió a mí, que como ser humano fui relegada por mis semejantes”. Al contrario que Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, que se negaba a contar “qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield”, Malva va desmenuzando hechos fundamentales e íntimos de la vida de sus padres, así como de la de otros niños rechazados por sus famosos progenitores: “Ahora que estoy muerta tengo aquí en esta región del más allá a unos cuantos amigos, entre los que se encuentra Óscar Matzerath, ya sabes, el enano gracioso de la novela de Günter Grass con su tambor de hojalata. Y también Lucía (la hija de James Joyce, supuestamente esquizofrénica) y Daniel (el hijo de Arthur Miller; síndrome de Down). Miradnos aquí sentados a la mesa, los cuatro juntos, inocentes y sumisos; babeando un poco al comer”. Con un estilo sencillo y depurado, y un planteamiento ajeno a los géneros biográficos en boga, Peeters, que por edad no pudo conocer a los personajes que retrata, es capaz sin embargo de evocar sus vidas con una sorprendente exactitud y vivacidad. Malva es una obra que pone al descubierto las flaquezas del premio Nobel, la cobardía frente a la enfermedad y la sumisión a los dictados de la fama. Una novela de triste y delicada belleza.




“Yo estaba condenada por mucho que luchara heroicamente por mi vida. Mi padre lo sabía y no soportó la idea. Sólo toleraba la muerte si esta era resultado de una valiente lucha, no la sobrevenida a pesar de una lucha que además estaba perdida de antemano. [...] Mi muerte no tuvo nada de esperanzadora. Yo no morí por algo superior o por una causa, yo no sacrifiqué mi cuerpo sano por la patria. [...] No se cosechaban honores en la poesía describiendo mi vida, mi enfermedad o mi muerte. Conmigo no se cosechaban honores. Ni un amén siquiera”.

Hagar Peeters, Malva