Confieso que mi interés por la novela de Barry Hines, Kes (A Kestrel for a Knave, 1968; Impedimenta, 2017) no era atribuible, en
principio, a la novela en sí misma, sino a la adaptación cinematográfica
dirigida por Ken Loach en 1969, con guión del propio Hines, Loach y Tony
Garnett. ¡Con cuánta alegría debió emprender Hines, nacido en el pueblo minero
de Hoyland Common en el sur de Yorkshire,
el rodaje de la película ante la oportunidad de recrear un completo
microcosmo social que conoció de primera mano! Cuando Hines escribió Kes, su segunda novela —dos años antes había
debutado con la autobiográfica The Blinder sobre un joven atrapado entre las oportunidades
ofrecidas por la vida académica y su talento para el fútbol—, no intentaba
renovar nada; quería ser, simplemente, una historia verdadera sobre la vida de
un chico, Billy Casper, marcada por la miseria, el abuso y la humillación, incluso de sus profesores: "Nos hablan como si
fuéramos mugre. Siempre nos tratan de idiotas y de descerebrados y de cretinos,
y no dejan de mirar sus relojes para saber cuándo terminará la clase. Están
hartos de nosotros y nosotros de ellos". Si François Truffaut filmó en Los
cuatrocientos golpes su
personal visión de la infancia, un Hines de 29 años, ex
profesor de educación física, hizo lo propio en esta amarga, pero a
veces tragicómica o satírica, novela sobre un chico maltratado por propios y extraños, que
encuentra en el entrenamiento de un halcón —sin conocimientos previos y armado
con un manual de cetrería sacado de la biblioteca de la escuela— nuevos
horizontes. Billy vive con su madre y su medio
hermano Jud, quienes están demasiado ocupados con sus propios problemas para
tener tiempo para él. El oscuro romance que Billy mantiene con el ave le
permite no sólo conocerla mejor, sino también demostrarse a sí mismo y a los
demás que puede llegar a ser como ella: feroz, libre y salvaje. Ese es el mundo
de soledad —pero también de libertad— que ya en la obra de Alan Sillitoe La soledad del corredor de fondo (The Loneliness of the Long-Distance
Runner, 1959; Impedimenta, 2013) se insinuaba. Romper con la familia, encerrarse en un ámbito nuevo
ajeno a la afectividad.
"Son aves extrañas [...] Por eso me enloquece cuando
lo saco [a Kes] y oigo a alguien decir: ‘Miren, ahí va Billy con su mascota’.
Me dan ganas de gritarles. No es ninguna mascota, señor, los halcones no son
mascotas. O cuando me detienen para preguntarme: ‘¿Es dócil?’. Al diablo con
que es dócil. Simplemente está entrenado, eso es todo. Es feroz y salvaje y no
le importa nadie, ni siquiera yo... Y por eso es genial. [...] Pueden quedarse
sus conejos y sus gatos y sus periquitos parlanchines... Para mí no son nada
comparados con ella".
Barry Hines, Kes