sábado, 2 de abril de 2022

Regreso al Edén

En mi mesilla de noche tengo varios libros abiertos, pero en realidad es como si fueran un solo libro, pues todos tienen una estrecha relación con el jardín: Jardinosofía: una historia filosófica de los jardines (Turner, 2016) de Santiago Beruete, El jardín perdido (Elba, 2018) de Jorn de Percy, Un pequeño mundo, un mundo perfecto (Elba, 2020) de Marco Martella, Vida en el jardín (Impedimenta, 2019) de Penelope Lively, Aún no se lo he dicho a mí jardín (Errata naturae, 2021) de Pia Pera y Mis flores (Gustavo Gili, 2020) de Vita Sackville-West. El último libro recién llegado a la pila es El huerto de una holgazana (Errata naturae, 2022) de Pia Pera. El por qué de esta predilección por los libros sobre jardines, reales, imaginarios o simbólicos, es probable que se encuentre en un recuerdo infantil. Me acuerdo que de niño jugaba con mis primos en un jardín de plataneras que se extendía detrás de la casa de mi abuelo. El cielo azul sin ninguna nube a la vista, el color amarillo de los plátanos, las travesuras arrojándonos agua unos a otros con los pies dentro de las acequias, la libertad con que corríamos por el campo hacía que nos sintiéramos en el paraíso, en ese “poema vegetal”, en palabras del filósofo francés Gilles A. Tiberghein, que fue el mundo en otro tiempo. Como dijo el poeta alemán Hölderlin, puede que los jardines existan para recordarnos que en el pasado habitamos la Tierra de una forma más poética. En el actual estado de destrucción medioambiental, hay pocos trabajos más gratificantes que la jardinería y la filosofía, pues como escribe Beruete en Jardinosofía, cada una a su manera ayuda a restablecer nuestra confianza en el mundo: “Sí, como sugiere Aristóteles, los hombres aspiran por naturaleza a la felicidad, parece lógico y razonable que busquemos un lugar donde hacer realidad ese íntimo anhelo de paz y dicha. Ese espacio idílico, edénico, a la par que bello y saludable, eutópico, por usar la expresión de Assunto*, no es otro que el jardín. […] Frente a una existencia frustrante, mezquina y desdichada, el jardín permite soñar con un mundo mejor”.  A falta de jardín, nada mejor que llenar la casa de flores, como hace la protagonista de La señora Dalloway de Virginia Woolf, una de mis novelas de cabecera: “La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. […] Avanzó, con paso ligero, alta, muy erguida, para ser inmediatamente atendida por la señorita Pym. […] ¡Ah, las flores! Espuelas de caballero, guisantes de olor, ramos de lilas; y claveles, grandes cantidades de claveles. También había rosas, lirios. ¡Ah, sí! Aspiró el dulce olor del jardín terrenal mientras hablaba con la señorita Pym. […] Y era el momento entre las seis y las siete cuando todas las flores —rosas, claveles, lirios, lilas— brillaban; blanco, violeta, rojo, naranja intenso; cuando todas las flores parecían arder con un fuego interior, suavemente, con gran pureza”. Para Penelope Lively, la ascendencia del jardín actual está en el jardín del Edén: “Puede ser que no lo percibamos así en el nuestro un día de lluvia, con las malas hierbas y las babosas y los caracoles y todos los reptiles del campo campando a sus anchas, pero es instructivo tener presentes las antiquísimas implicaciones de la terminología […] que relaciona dos conceptos: el del jardín y el del paraíso**”. Paraíso o no, cultivar el jardín nos enseña más que ninguna otra cosa a relativizar la vida, a prepararnos para el “arduo arte de vivir bien” del que hablaba Michel de Montaigne. 

 


 

Paraíso en la tierra, paraíso terrenal. Ya no recuerdo dónde, pero Kafka escribió que no habría que preguntarse por qué el ser humano perdió el paraíso terrenal, sino por qué no hace nada para regresar. A él, ciudadano de Praga, quizá se le escapó que todo el que vuelve al campo, todo el que quiere un jardín, está empujado por este deseo, el de un regreso al Edén”.

Pia Pera, El huerto de una holgazana

 

___

(*) Rosario Assunto (1915-1994), filósofo italiano, profesor de estética y pionero en el estudio de la naturaleza y el paisaje desde una perspectiva filosófica.

(**) Penelope Lively, Vida en el jardín. Impedimenta, 2019. Traducción de Alicia Frieyro