domingo, 6 de septiembre de 2020

Made in Gaia

Fui propietario, hace ya mucho tiempo, de un ejemplar de Papillon de Henri Charrière, autografiado por el autor. El libro estaba en francés —idioma que no hablo ni leo por cierto—, pero me hacía ilusión tenerlo en mi biblioteca porque había disfrutado leyendo la versión española realizada por Domingo Pruna y Vicente Villacampa para la editorial Plaza & Janés en 1972. Yo entonces tenía once años y mi recuerdo de su lectura es el de una novela trepidante, una historia de acción y aventuras basada en las experiencias del autor en las cárceles de la Guayana francesa. Charrière no había pensado en escribir sus aventuras hasta que en 1967 descubrió El astrálago de Albertine Sarrazin —muerta ese mismo año en una mesa de operaciones de un hospital de Montpellier— en una librería de Caracas. Tres días después de terminar el libro se sentó a escribir y escribió, escribió y escribió, hasta completar en un año los trece cuadernos —libretas escolares, con espiral— de Papillon, cuyo título en francés significa mariposa. Viene todo esto a cuento porque he leído de un tirón la novela Mengele zoo (Mengele Zoo, 1989; Nórdica Libros/Capitán Swing, 2020), del escritor noruego Gert Nygårdshaug, y sólo después de volver la última página y de hacer memoria, he caído en la cuenta de que ambas novelas comparten elementos similares —el infierno de las cárceles en América Latina—, pero sobre todo fueron transgresoras para la época en que fueron escritas. Ya el título de la novela de Nygårdshaug, Mengele zoo, nos adelanta el tipo de historia que vamos a encontrar, pues el nombre de Josef Mengele —el llamado “ángel de la muerte” nazi que murió en Brasil en 1979 sin rendir cuentas con la justicia— continúa siendo hoy sinónimo de barbarie y locura. La novela tiene como protagonista a Mino Aquiles Portoguesa, un niño que vive en la profundidad de la selva amazónica. Le gustan las especies de mariposas raras y singulares, los aromas, los sonidos, en una palabra, la diversidad de vida en la naturaleza, la cual ve cómo cada día retrocede más ante el avance de las empresas petroleras que ejercen su violencia no sólo contra la jungla, sino también contra sus habitantes. Un día, al regresar de cazar mariposas, se encuentra a su familia y a sus amigos masacrados. Tiempo después, Mino se convierte en mago —aquí Nygårdshaug entra en los terrenos del realismo mágico bien entendido, que no cae nunca en el exceso— y crece con una sed insaciable de venganza. A la cabeza de un grupo guerrillero que hoy llamaríamos terrorista, Grupo Mariposa, Mino sale al mundo y esparce el terror para concienciar a la sociedad sobre un problema que no sólo atañe a la Amazonía sino a todo el planeta, en grave peligro por la intervención del hombre. Leída hoy, treinta y un año después de su publicación, Mengele zoo certifica que aquel debut en la novela ecológica fue el inicio de una de las pentalogías* —extremistas o no; que cada uno decida— más osadas de nuestro tiempo.




“Si Mino contemplaba una hermosa peperomia abrazando en preciosos arcos de hojas verdes tronco abajo un árbol madre en la jungla, que cuidadosa había anclado sus raíces arriba, entre las ramas, evitando sombras y humedad, y que podía desplegar sus pétalos en pleno esplendor en el preciso momento en el que las abejas la rondaban, debía haber detrás una voluntad atenta y sensible que él no podía entender que careciera de valor en comparación a todas las actividades humanas del mundo. Arrancar una peperomia de su rama y pisotearla era un acto más brutal que cortarles la cabeza a una docena de gringos. Desde el punto de vista del planeta. Gaia. La madre”.


Gert Nygårdshaug, Mengele zoo 




(*) A la publicación original de Mengele zoo en 1989, siguieron las novelas Himmelblomsttreets muligheter (1995), Afrodites basseng (2003), Chimera (2011) y Zoo Europa (2018), inéditas en España.



miércoles, 2 de septiembre de 2020

Los cuentos mejoran a las personas

No me pregunten por qué, pero España no es país para cuentos, o si lo prefieren, no tienen aquí el status que tienen en Estados Unidos o Gran Bretaña, donde el cuento es el género rey, con la salvedad de que la corona se la disputan hombres y mujeres por igual: Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne, Henry James, Jack London, Sherwood Anderson, Ernest Hemingway, William Faulkner, Ray Bradbury, John Cheever, Truman Capote, J.D. Salinger, William Saroyan, Charles Bukowski, Raymond Carver, Leonard Michaels, Barry Hannah, Donald Barthelme, Tobías Wolff, Richard Ford, Chris Offutt, Willa Cather, Carson McCullers, Flannery O’Connor, Dorothy Parker, Katherine Mansfield, Sylvia Plath, Angela Carter, Mavis Gallant, Alice Munro, Grace Paley, Lorrie Moore, Joy Williams, Ann Beattie, Amy Hempell y Helen Oyeyemi, por citar sólo algunos nombres. A este excelso grupo pertenece Ali Smith (Inverness, 1962), autora poco conocida aún en nuestro país pese a tener publicados cuatro libros: Hotel World (Hotel World, 2001; Alfaguara, 2004), Accidental (The Accidental, 2005; Alfaguara, 2007) y dos antologías de relatos, Amor libre (Free Love and Other Stories, 1995; Gatopardo ediciones, 2017), y, más recientemente, La historia universal (The Whole Story and Other Stories, 2003, Nórdica Libros, 2019), que suman entre uno y otro casi una treintena de cuentos liberados de ataduras narrativas o de género, que hacen que el lector nunca tenga muy claro el terreno que pisa. Y es que Ali Smith es ya de por sí un género en sí misma. No hay nadie que se le parezca. Sus cuentos no se dejan descifrar a la primera y están abiertos a tantas lecturas que da vértigo. Pero que nadie se equivoque: eso los hace más auténticos. Como Alicia cuando cae por el hueco del árbol, Smith ha ido perforando las capas de la realidad a lo largo de los últimos veinticinco años hasta asomar la cabeza por el otro lado. En La historia universal, nada más abrir el cofre —aquí cada línea vale oro— smithniano nos recibe una suerte de cuento tradicional que paradójicamente trastoca las convenciones establecidas de los cuentos tradicionales: “Érase una vez un hombre que moraba junto a un camposanto. Pero no, no siempre fue un hombre; en este caso en concreto, se trataba de una mujer. Érase una vez una mujer que moraba junto a un camposanto. Aunque, francamente, hoy en día nadie usa ese término. Ahora se le llama ‘cementerio’. Y ya nadie dice ‘moraba’. En otras palabras: Había una vez una mujer que vivía junto a un cementerio. Todas las mañanas, al levantarse, miraba por la ventana trasera y veía... La verdad es que no. Había una mujer que vivía junto... —no, en— una librería de segunda mano”. Tras este fulgurante comienzo, el asombro no de cae. El goce, tampoco. Si tuviera que elegir un solo cuento de este libro para leerlo durante toda la vida, sin duda elegiría Mayo. El cuento tiene como protagonista a una mujer que no tiene reparos en narrar cómo se enamoró de un árbol que crece a la vuelta de la esquina de su casa: “Os lo cuento. Me enamoré de un árbol. Era inevitable. Estaba en flor”. Esperemos que con La historia universal la autora escocesa obtenga —al menos en España— la atención que se merece*. Porque, sépanlo, los cuentos de Ali Smith mejoran a las personas.






“Parece que los veranos vuelven una y otra vez sin envejecer, tersos y repetitivos, otra vez verano, pero en realidad envejecen tan irremediablemente como un viejo vinilo en el tocadiscos, o quizá como cuando sacamos el vinilo del tocadiscos y lo arrojamos al canal en un día apacible como el de hoy y luego nos quedamos mirando la superficie, donde no hay nada que indique que algo ha resbalado por encima o se ha hundido por debajo o ha ocurrido siquiera”.


Ali Smith, La historia universal (De El club de lectura)



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(*) Nórdica Libros anuncia para el mes de octubre la publicación de un nuevo libro de Ali Smith, Otoño (Autumn, 2016), el primero de un cuarteto dedicado a las cuatro estaciones.