miércoles, 2 de septiembre de 2020

Los cuentos mejoran a las personas

No me pregunten por qué, pero España no es país para cuentos, o si lo prefieren, no tienen aquí el status que tienen en Estados Unidos o Gran Bretaña, donde el cuento es el género rey, con la salvedad de que la corona se la disputan hombres y mujeres por igual: Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne, Henry James, Jack London, Sherwood Anderson, Ernest Hemingway, William Faulkner, Ray Bradbury, John Cheever, Truman Capote, J.D. Salinger, William Saroyan, Charles Bukowski, Raymond Carver, Leonard Michaels, Barry Hannah, Donald Barthelme, Tobías Wolff, Richard Ford, Chris Offutt, Willa Cather, Carson McCullers, Flannery O’Connor, Dorothy Parker, Katherine Mansfield, Sylvia Plath, Angela Carter, Mavis Gallant, Alice Munro, Grace Paley, Lorrie Moore, Joy Williams, Ann Beattie, Amy Hempell y Helen Oyeyemi, por citar sólo algunos nombres. A este excelso grupo pertenece Ali Smith (Inverness, 1962), autora poco conocida aún en nuestro país pese a tener publicados cuatro libros: Hotel World (Hotel World, 2001; Alfaguara, 2004), Accidental (The Accidental, 2005; Alfaguara, 2007) y dos antologías de relatos, Amor libre (Free Love and Other Stories, 1995; Gatopardo ediciones, 2017), y, más recientemente, La historia universal (The Whole Story and Other Stories, 2003, Nórdica Libros, 2019), que suman entre uno y otro casi una treintena de cuentos liberados de ataduras narrativas o de género, que hacen que el lector nunca tenga muy claro el terreno que pisa. Y es que Ali Smith es ya de por sí un género en sí misma. No hay nadie que se le parezca. Sus cuentos no se dejan descifrar a la primera y están abiertos a tantas lecturas que da vértigo. Pero que nadie se equivoque: eso los hace más auténticos. Como Alicia cuando cae por el hueco del árbol, Smith ha ido perforando las capas de la realidad a lo largo de los últimos veinticinco años hasta asomar la cabeza por el otro lado. En La historia universal, nada más abrir el cofre —aquí cada línea vale oro— smithniano nos recibe una suerte de cuento tradicional que paradójicamente trastoca las convenciones establecidas de los cuentos tradicionales: “Érase una vez un hombre que moraba junto a un camposanto. Pero no, no siempre fue un hombre; en este caso en concreto, se trataba de una mujer. Érase una vez una mujer que moraba junto a un camposanto. Aunque, francamente, hoy en día nadie usa ese término. Ahora se le llama ‘cementerio’. Y ya nadie dice ‘moraba’. En otras palabras: Había una vez una mujer que vivía junto a un cementerio. Todas las mañanas, al levantarse, miraba por la ventana trasera y veía... La verdad es que no. Había una mujer que vivía junto... —no, en— una librería de segunda mano”. Tras este fulgurante comienzo, el asombro no de cae. El goce, tampoco. Si tuviera que elegir un solo cuento de este libro para leerlo durante toda la vida, sin duda elegiría Mayo. El cuento tiene como protagonista a una mujer que no tiene reparos en narrar cómo se enamoró de un árbol que crece a la vuelta de la esquina de su casa: “Os lo cuento. Me enamoré de un árbol. Era inevitable. Estaba en flor”. Esperemos que con La historia universal la autora escocesa obtenga —al menos en España— la atención que se merece*. Porque, sépanlo, los cuentos de Ali Smith mejoran a las personas.






“Parece que los veranos vuelven una y otra vez sin envejecer, tersos y repetitivos, otra vez verano, pero en realidad envejecen tan irremediablemente como un viejo vinilo en el tocadiscos, o quizá como cuando sacamos el vinilo del tocadiscos y lo arrojamos al canal en un día apacible como el de hoy y luego nos quedamos mirando la superficie, donde no hay nada que indique que algo ha resbalado por encima o se ha hundido por debajo o ha ocurrido siquiera”.


Ali Smith, La historia universal (De El club de lectura)



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(*) Nórdica Libros anuncia para el mes de octubre la publicación de un nuevo libro de Ali Smith, Otoño (Autumn, 2016), el primero de un cuarteto dedicado a las cuatro estaciones.