lunes, 25 de septiembre de 2017

Crímenes del corazón

Tras el éxito fulminante de su primera novela, Canciones de amor a quemarropa (Shotgun Lovesongs, 2014; Libros del Asteroide, 2015), sobre un grupo de amigos de un pueblo de Wisconsin que crecen a 33 revoluciones por minuto, Nickolas Butler lo tenía difícil, pero no imposible. En su segunda novela, El corazón de los hombres (The Hearts of Men, 2017; Libros del Asteroide, 2017), Butler pasa revisión al pasado reciente de la sociedad americana a través de tres generaciones de una familia de clase media. Sus personajes son criaturas torturadas y perdidas, desesperadas por encontrar la manera de desligarse del fracaso familiar que el destino les tiene programado a cada uno de sus miembros. No obstante, la novela hace hincapié en la relación que se establece entre Nelson Doughty, un chico de trece años, apodado el Corneta, y Jonathan Quick, de quince años, en un campamento de boy scouts a principios de los años sesenta. Página tras página la vida de estos dos chicos, convertidos luego en adultos, se va desvelando con la lánguida cadencia, con la descarnada añoranza y romanticismo de una balada crepuscular. El verdadero tema de El corazón de los hombres es el aprendizaje de la vida, la difícil lucha de dos adolescentes —a los que más tarde se sumarán Trevor y Thomas, el hijo y el nieto de Jonathan— por emerger a la superficie de sí mismos. En este sentido, Butler es tan hijo de Salinger como de John Irving —sin duda su referencia más directa— o del Rick Moody de La tormenta de hielo, una novela hace tiempo descatalogada que, en mi opinión, merece una reedición urgente. Butler es a estas alturas un escritor diestro, que sabe dónde hay que golpear para despertar conciencias y cómo tensar su escritura hasta que cada palabra suene con la ferocidad de una motosierra: "No todos esos chicos se convertirán en hombres buenos, Nelson, en seres humanos buenos. Hacemos cuanto podemos, no dejamos escapar una maldita oportunidad para guiarlos e instruirlos. Pero al final... Alguno de los chicos de este comedor será un asesino; otro, un atracador de bancos. Algunos de los chicos de este comedor engañarán al fisco; otros, a sus mujeres. Me gustaría que las cosas fueran distintas. Pero cuando te oigo tocar la corneta, oigo más que a un chico soplando aire. Oigo algo que resuena en el tiempo. Algo bueno". El corazón de los hombres es una radiografía impecable, implacable, lúcida y tierna de una familia en descomposición, pero también de una sociedad hipócrita y machista, incapaz de reconocerse a sí misma. La elegía que entona Butler no sólo es por América, sino también por el propio corazón humano, capaz de lo mejor y de lo peor. En el roce de estas dos placas tectónicas —y en las ilusiones perdidas de unos jóvenes que empiezan a vivir—, es donde su novela adquiere verdadera relevancia. Sin rodeos: una maravilla de historia.




"Los Boy Scouts de Estados Unidos nunca habían destacado por su sutileza, ni tampoco por su sensibilidad. Un scout es: digno de confianza, leal, servicial, simpático, educado, amable, obediente, ahorrador, valiente, limpio y respetuoso. Pero gay no, por ejemplo, ni chica, ni ateo, por lo visto. Jonathan tenía una opinión sombría y pesimista respecto al mundo, pero no era dogmático. Los Boy Scouts, como organización, le parecían una terca hermandad de jóvenes republicanos paramilitares que se aferraban desesperados a una noción decimonónica de lo bueno, en un mundo en el que existían los misiles balísticos intercontinentales, Jerry Springer, Unabomber y, ahora, para rematarlo, una oveja clonada llamada Dolly".

Nickolas Butler, El corazón de los hombres