martes, 16 de mayo de 2017

Un tal Juan Nepomuceno

Tal día como hoy, hace cien años, nació en Sayula, México, el autor de Pedro Páramo. Antes de convertirse en uno de los precursores del boom latinoamericano, Juan Rulfo fue Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. O, dicho de otro modo: un don nadie que perdió a su padres a temprana edad, quedando a cargo de su abuela y posteriormente de los curas del orfanato Luis Silva de Guadalajara, fundado en 1887, de quienes lo único que aprendió, dicho por él mismo, fue a deprimirse. Su paso por el orfanato fue una suerte de holocausto personal, sometido a un régimen semejante a un campo de concentración. Contradiciendo a Adorno, Rulfo confirmó en su primer libro El llano en llamas (1953) que después del dolor sí se puede escribir. Cuando apareció Pedro Páramo (1955), su única novela, ya no había ninguna duda. Las privaciones ayudan a escribir mejor que las musas. En Pedro Páramo, Rulfo hizo de su orfandad un acontecimiento vital y literario. Toda la novela está escrita desde la desolación absoluta, desde la postura de un hombre que se encierra con sus fantasmas.



"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo".

Juan Rulfo, Pedro Páramo