jueves, 18 de mayo de 2017

Piensa más, diseña menos

En el mundo del cómic existen lo que se llama "variant covers", o portadas alternativas, es decir, portadas de un mismo cómic con un diseño diferente. Estas portadas suelen estar realizadas por dibujantes que no guardan relación con la serie original. Por desgracia, esta práctica es habitual sólo en Estados Unidos, pero habría que implantarla por decreto en España, en especial para las cubiertas de libros. Si bien un famoso dicho dice que "nunca juzgues un libro por su portada", no siempre es fácil ignorar una mala portada. Nos guste o no, juzgamos según la primera impresión que nos producen las cosas. Como dijo San Jerónimo, 331-420 d. de. C.: "Es difícil erradicar del espíritu una primera impresión. Una vez que la lana se tiñe de morado, ¿quién puede restituirle su anterior blancura?". De la misma opinión es el diseñador americano Chip Kidd, cuyo trabajo se basa principalmente en el diseño de cubiertas de libros para la prestigiosa editorial Alfred A. Knopf: "Como diseñador gráfico, diría que no sólo me interesa causar una buena primera impresión, sino que en eso consiste mi trabajo". Juzguen ustedes mismos si la sentencia tiene razón o no en el caso de la cubierta de la novela El amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence, publicada por la editorial Cátedra. Lo que me desconcierta no es la mayor o menor pertinencia de la ilustración, sino el hecho de que el diseño sea bastante aburrido, demasiado mecánico.


Ilustración y diseño: masgrafica.com


Como diría Clark Kent, This looks like a job for Superman! o para un diseñador gráfico.


Cortesía de Benji de Seitas para este blog


Así y todo, en España contamos con magníficos diseñadores de cubiertas de libros, históricos y contemporáneos, como Daniel Gil, Enric Satué, Alberto Corazón, Julio Vivas, Marta Borrell, Nora Grosse, Manuel Estrada, Pepe Moll de Alba, Luz de la Mora, Enric Jardí, Javier Arce y Raúl Lázaro, entre otros. Quizás mis preferencias como lector tienen algo que ver con sus diseños gráficos, en especial los fotomontajes de Daniel Gil, autor de más de dos mil cubiertas realizadas para la colección El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial entre 1966 y 1989. Las cubiertas de Gil, hechas desde el inconformismo —recuerdo que sacaba montones de libros en préstamo de la biblioteca pública: Conrad, London, Camus, Hesse, Borges, Nietzsche, Freud, Asimov; cualquier cosa que llevara, aun remotamente, su portentosa creatividad—, eran como un adoquín amarillo en el camino de Oz que se abría ante mí. Sus portadas se podían leer incluso antes de aprender a juntar las letras. En mi caso vorazmente, febrilmente. Por eso tengo que forzarme a leer un libro si tiene una portada fea. Lo hago sólo cuando me lo recomiendan. Pero lo evito al máximo. Hay muchos modos de diseñar la cubierta de un libro. El mejor, por descontado —también por decencia profesional—, es el de la diseñadora y "activista tipográfica" Ellen Lupton: "Piensa más, diseña menos".