domingo, 16 de septiembre de 2018

Los hermanos Shakespeare

Hay novelas históricas que pueden escribirse y novelas históricas que tienen que escribirse. Las de Bernard Cornwell pertenecen al segundo grupo: no me imagino un mundo donde la saga del fusilero Richard Sharpe y, sobre todo, mi favorita, la dedicada a las leyendas artúricas —El rey del invierno (The Winter King, 1995; Edhasa, 2008 [2015]), El enemigo de Dios (Enemy of God, 1996; Edhasa, 2009 [2015]) y Excalibur (Excalibur: A Novel of Arthur, 1997; Edhasa, 2010 [2015])—, por las que se ha hecho famoso, no existan. Necios y mortales (Fools and Mortals, 2017; Pàmies, 2018) es la novela número 55 de Cornwell —seguir la trayectoria del novelista inglés no es tarea fácil— y la contundente confirmación de que estamos ante un narrador puro, con un alto sentido de la épica de la vida, del riesgo y la aventura, y por si fuera poco, no hay personaje histórico que se le resista. Necios y mortales tiene como protagonista a Richard Shakespeare, hermano del autor de El sueño de una noche de verano, con quien mantuvo una relación llena de altibajos. Se sabe poco sobre Richard (1574-1613), el séptimo de los hermanos Shakespeare. No hay registros de su vida, pero se cree que vivió en Stratford-upon-Avon ayudando a su padre en el negocio de los guantes de cuero. Sin embargo, su hermano Edmund (1581-1607) siguió a William a Londres y trabajó como actor. En Necios y mortales, Richard, diez años menor que William, está harto de que su famoso hermano le asigne siempre los personajes femeninos de sus obras teatrales —ya que en Inglaterra las mujeres tenían prohibido actuar en los teatros hasta mediados del siglo XVII—, y ambiciona desempeñar los roles masculinos más importantes, en aquel tiempo en manos de Richard Burbage, el principal actor trágico, y Will Kemp, especializado en papeles cómicos. Pero William parece deleitarse en humillar a Richard, que hace lo que puede para ganarse los favores del público ávido y numeroso del  Londres isabelino: “Yo le caía bien al público. Lo sabía. Aún lo sé. Incluso cuando hacía de villana me aclamaban. Siempre hay un puñado de ordinarios que gritan pidiendo que les enseñe las tetas, pero el resto suele hacerlos callar al instante”. Al igual que sus libros anteriores, Necios y mortales está bien documentado y luce una carpintería de lo más sólida. Si buscan una narración convencional como la de Shakespeare in Love, olvídense, pues la novela de Cornwell posee la complejidad, el misterio y la ambigüedad de las mejores obras del celebérrimo dramaturgo inglés, hoy "culturamente promiscuo", según Paul Edmonson. Y no le falta razón. 




 “¿Qué tiene el teatro para convertir a hombres y mujeres en cachorrillos temblorosos? Todo lo que hacemos es fingir. Contamos historias. Y, sin embargo, después de la representación, el público merodea a las puertas de los vestuarios esperando para vernos, esperando para poder hablar con nosotros como si fuéramos santos cuyas manos pudieran curar cualquier dolencia. Pero ¿qué dolencia? ¿El tedio? ¿El aburrimiento? [...] Somos actores. Fingimos y, fingiendo, persuadimos. Si un hombre me preguntara si le había robado la bolsa, yo sería capaz de dedicarle una mirada de asombrada inocencia cuya respuesta sabría antes incluso de responder, mientras que, todo el tiempo, su bolsa habría estado oculta en mi jubón”.

Bernard Cornwell, Necios y mortales