sábado, 1 de septiembre de 2018

La hoguera de las vanidades

A no dudarlo, los libros entran primero por los ojos, pero apelan al tacto y al olfato, invitando a postergar la lectura en todos los casos a menos, claro, que se trate del último libro de Rachel Cusk, Prestigio (Kudos, 2018; Libros del Asteroide, 2018). No he podido resistirme a abrirlo en medio de la calle y empezar a leerlo al instante. Prestigio es la tercera entrega del ciclo narrativo que comenzó con A contraluz (Outline, 2014; Libros del Asteroide, 2016) y continuó con Tránsito (Transit, 2016; Libros del Asteroide, 2017). Conocimos por primera vez a su insigne protagonista, Faye —una escritora inglesa en crisis, divorciada y madre de dos hijos—, cuando se disponía a impartir un curso de escritura en una escuela de verano en Atenas (A contraluz), después a reformar una casa adosada en Londres (Tránsito) y ahora a participar en un festival literario en una ciudad europea para promocionar su última novela de la que nada se nos dice en toda la obra, salvo que en la contracubierta hay una foto de la autora de hace más de quince años. Prestigio nos enfrenta a las carencias e incertidumbres que plagan nuestra sociedad actual, presentando un retrato al mismo tiempo cautivador y desolador de la familia, la maternidad, el amor, la política, la justicia o la industria editorial. De nuevo, al igual que en las dos novelas anteriores del ciclo, el lector no sabe por dónde va a discurrir ese relato en primera persona que mantiene un diálogo interior, trufado de diálogos exteriores. Pero en cuanto acompañamos a esa mujer sin nombre hasta la página 195 (de 200), nos adentramos en un viaje inaplazable por los temas que han obsesionado a Cusk a lo largo de su carrera. El relato se ordena en breves secuencias de estructura casi cinematográfica, algunas de las cuales ofrecen resultados bastante cómicos, como la cola que se forma en el bar del hotel cuando los invitados al festival —escritores, editores, agentes literarios— intentan canjear los cupones por comida: “El problema, señaló una mujer que estaba a mi lado, era que el valor de los cupones no se correspondía con los precios de la comida, y aún no habían resuelto la manera de dar el cambio. Además, algunos querían comer y beber más que otros, pero a todos nos habían asignado la misma cantidad. Ella, personalmente, comía poco, porque era pequeña y ya tenía cierta edad, pero un hombre con apetito necesitaría el triple [...] Inventamos estos sistemas para garantizar la justicia, dijo, pero las situaciones humanas son tan complicadas que siempre escapan a nuestro control. Mientras libramos la guerra en el frente, en otro se ha desatado el caos, y muchos regímenes han llegado a la conclusión de que el individualismo es la causa de todos los problemas. Si todos fuéramos iguales y tuviéramos el mismo punto de vista, nos resultaría mucho más fácil organizarnos. Y es ahí donde empiezan las complicaciones”. La extensión de la cita compensa porque es una muestra de la categoría del libro. Para una sociedad que ha perdido la capacidad de reflexión, estos recordatorios son indispensables. En Prestigio, novela acusadoramente metafórica, Cusk cuestiona el papel del escritor en nuestra sociedad, y lo hace con sus mejores armas de novelista, pero templadas con una mirada serena. Ese tipo de mirada que sólo puede provenir de un consumado oficio. Hagan hueco.




 “La historia del capitalismo se podía ver como una historia de combustión, y no se refería únicamente a quemar sustancias que llevan millones de años enterradas en la tierra, sino también el conocimiento, las ideas, la cultura y, por supuesto, la belleza. [...] Piensa, por ejemplo, en Jane Austen: he visto cómo en unos pocos años se han esquilmado las novelas de esa solterona muerta hace tanto tiempo, cómo se iban quemando una tras otra, convirtiéndolas en secuelas, películas y libros de autoayuda. [...] Lo que puede parecer conservación, en realidad es el afán de consumir hasta la última gota de la esencia. La señorita Austen ha hecho una buena hoguera”.

Rachel Cusk, Prestigio