Cualquiera que se acerque por primera vez a los diez relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX
seleccionados y traducidos por Gloria Fortún bajo el título La nueva mujer (Dos bigotes, 2017), incluso en
calidad de mero espeleólogo de las muchas desigualdades que soportaron las
mujeres de aquel tiempo —se les negó el derecho al sufragio; estaban excluidas
de la educación profesional y de la mayoría de las escuelas superiores; y no podían tener
propiedades: ellas mismas eran propiedades de los maridos— sentirá la bofetada
cálida de unas voces femeninas que trazan un recorrido introspectivo, de conocimiento interior, por la experiencia vital de ser mujer (o ser afeminado u homosexual, como en el relato de Willa Cather El caso de Paul: estudio de una
personalidad) en
un mundo en el que todo lo asociado con tal condición estaba abocado a una
dramática decepción. Es lo que le ocurre a Mary Dunn, la protagonista de El marido de
Tom de Sarah
Orne Jewett, de quien la editorial Dos bigotes publicó en 2015 su novela La tierra de los abetos puntiagudos.
Mary se toma las tareas domésticas como el mayor de los castigos, por eso
deja que su marido Tom se encargue de la casa mientras ella se ocupa de poner a
punto un viejo molino: "Así que yo voy a ser la esposa y tú el marido. [...] La
verdad es que no me importa. Será divertido escuchar los comentarios de la
gente. Es una nueva forma de hacer las cosas, desde luego. Hoy en día las
mujeres piensan que pueden hacerlo todo mejor que los hombres, pero al parecer
yo soy el primer hombre al que le hubiera gustado ser una mujer". Sin embargo,
cuando el negocio sale adelante, haciendo que su marido tome conciencia de que "ella podía arreglárselas muy bien sin él", Tom decide llevársela contra su
voluntad de viaje a Europa para demostrarle quién manda. En los relatos de
Zitkala-Ša, Kate Chopin, Susan Glaspell, Harriet E. Prescott Spofford, Sui Sin
Far, Sarah Orne Jewett, Charlotte Perkins Gilman, Catharine Maria Sedgwick y Mary
Austin se cumplen tres cosas denigrantes que siguen vigentes hoy en día en
algunos países: ser mujeres, pensar por sí mismas y buscar su emancipación, aprovechando la oportunidad que les brindaba el cambio de las condiciones de vida estadounidense, entre ellas la expansión hacia el oeste y la industralización de las ciudades del este, que asumieron el papel que antes tenían preferentemente las comunidades agrícolas.
Esta antología cuidadosamente escogida y pensada por Gloria Fortún no sería el tótem literario que es si faltara alguna de las escritoras citadas. No
obstante, echo de menos a alguna autora afroamericana como Sojourner Truth
(1797-1883), Harriet Jacobs (1813-1897) o Harriet E. Wilson (1825-1900) que a
su condición de mujeres tuvieron que añadir su condición de esclavas —en el
caso de las dos primeras— y negras. Tal vez en una próxima reedición de la obra
tengan un espacio propio. De lo que no me cabe duda es de que habrá una, dos y
hasta tres reediciones. No se merece menos tanta excelencia femenina.
"La satisfacción, incluso cuando uno ha
cenado bien, nunca es un sentimiento ni tan interesante ni tan excitante como
el hambre".
Sarah Orne Jewett, El marido de Tom (De La nueva mujer)