martes, 17 de octubre de 2017

El hombre del martillo

El 24 de noviembre se estrena en España la película En realidad, nunca estuviste aquí de Lynne Ramsay, basada en la novela corta de Jonathan Ames del mismo título (en el original inglés You Were Never Really Here, 2013; Principal de los Libros, 2015), una auténtica rareza en el ámbito de la novela negra, donde, después de una trayectoria semiclandestina este escritor, actor y cómico americano se ha hecho con un lugar propio. Siempre he supuesto que eso no significa, como parece sugerir la expresión, tener asegurado un alojamiento definitivo en el género que cultivaron Raymond Chandler y Donald Westlake, autores a los que Ames rinde homenaje en En realidad, nunca estuviste aquí. Los que leyeron la colección de relatos, maravillosos relatos, anteriormente publicados por Ames en nuestro país, Bored to Death (The Double Life is Twice as Good: Essays and Fiction, 2009; Principal de los Libros, 2014), ya conocen de cerca el estilo sencillo y la excelente y siempre inaudita descripción de caracteres de la que hace gala el autor en cada libro, desde que hizo su debut con Fugaz como la noche (Pass Like Night, 1989; Ultramar,1990), cuyo protagonista fue saludado por el escritor Philip Roth como "un cruce entre Jean Genet y Holden Caulfield en la era del sida". Su fuerza narrativa, de imágenes y resortes desafiantes (a veces humorísticos), lo han convertido en un escritor impredecible que ha sabido mantener el equilibrio en un género acostumbrado a perderlo a menudo. El planteamiento de En realidad, nunca estuviste aquí no puede ser más prometedor. Nos encontramos en un burdel de Manhattan, en compañía de un ex marine llamado Joe que se gana la vida rescatando a mujeres explotadas sexualmente. Tan despiadado con los demás como consigo mismo, Joe esconde tras su fachada de tipo duro a un hombre solitario, afligido, traumatizado por la violencia sufrida en la infancia. De todos los pensamientos a los que tiene que hacer frente, habrá uno que será el más determinante, el pensamiento del suicidio: "Ese pensamiento era como un metrónomo. Siempre presente, siempre sonando. A lo largo del día, cada tantos minutos, pensaba: debo matarme. [...] Durante las últimas semanas todas sus muertes tenían que ver con el agua. Su último plan era arrojarse al Hudson una noche desde el puente de Verrazano durante una marea alta. Las corrientes eran fuertes y le arrastrarían mar adentro. No quería dejar la molestia de un cadáver". Lo que separa a En realidad, nunca estuviste aquí de otras novelas del género es su excelente calidad literaria, las dotes de introspección psicológica de que hace gala el autor, el estilo elíptico como mandan los cánones, pero de sobriedad estilística y no meramente funcional. Todo ello surte de combustible altamente inflamable a una novela que acaba como comenzó: a golpes. Unas veces con los puños, otras con el martillo.




“El martillo era el arma favorita de Joe. Era hijo de su padre, después de todo. Además, el martillo dejaba muy pocas marcas, era excelente en espacios reducidos, y al parecer horrorizaba a todo el mundo. Ocupaba un lugar de terror universal en la mente humana”. 

Jonathan Ames, En realidad, nunca estuviste aquí