Ninguna de las virtudes de Philip K. Dick, así pasen cien años, parece más incontrovertible
que la de ser siempre un escritor contemporáneo. Es uno de los escasos autores
que pueden jactarse de haber entregado al menos una obra maestra en cada década
desde los años cincuenta. No obstante, ¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas? (Do Androids
Dream of Electric Sheeps?,
1968), que Minotauro reeditará en septiembre coincidiendo con el estreno de Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve, secuela de la primera adaptación cinematográfica dirigida por Ridley Scott, quintaesencia la
mejor facultad que pueda poseer un escritor: hacer visible lo invisible, dar
forma a lo informe, descodificar y transmitir el magma confuso de la
existencia. Desde su muerte en 1982, el interés por la obra de Dick no ha dejado
de crecer en todo el mundo, incluido nuestro país, donde Minotauro ha anunciado
también la próxima publicación de la única novela juvenil del escritor
americano, Nick y el Glimmung, hasta ahora inédita en castellano. Lejos de ser una obra menor posee el grado de
realidad e irrealidad que sus novelas más célebres: El hombre el castillo,
Tiempo de Marte, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, Ubik, Fluyan mis
lágrimas, dijo el policía y
Una mirada en la oscuridad.
Si bien Dick no tenía en gran estima esta novela, originalmente escrita en 1966,
aunque publicada por primera vez en 1988, hay que creer a Roberto Bolaño cuando
escribe, en Entre paréntesis: “Dick es bueno incluso cuando es malo y me pregunto, aunque ya sé la
respuesta, de qué escritor latinoamericano se podría decir lo mismo. [...] Dick
es Thoreau más la muerte del sueño americano. Dick escribe, en ocasiones, como
un prisionero porque realmente, ética y estéticamente, es un prisionero”. Los
datos biográficos de Dick que pueden considerarse ciertos son escasos: tuvo una
infancia marcada por la muerte prematura de una hermana y una madre
hipocondríaca con la que hablaba de mundos psíquicos y deidades
malévolas. Lo que parece innegable es que en su biografía alcanza
el clímax la crónica de toda una generación (la de los años 50 y 60) influida
por las drogas y la paranoia que recorrió Estados Unidos de costa a costa
durante la guerra fría. Brian Aldiss lo calificó como “uno de los maestros de
las insatisfacciones de hoy en día”. Si algo hay que agradecerle a Dick es el habernos
brindado la oportunidad de contemplar las tomas falsas del futuro.
"Tanta historia con las diferencias entre seres
humanos auténticos y los ingenios humanoides. Y mis sentimientos fueron los
contrarios a los esperados. Los que estoy acostumbrado a sentir, los que se me
exige tener. [...] Las cosas
eléctricas también tiene sus vidas. Por insignificantes que sean”.
Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?