jueves, 6 de julio de 2017

De entre los muertos

La mención a la guerra de Vietnam lleva consigo la alusión al absurdo. Todas las guerras lo son, pero la de Vietnam lo es mucho más. En Persiguiendo a Cacciato (Going After Cacciato,1978) de Tim O’Brien, publicada en España por la editorial Contra con casi cuarenta años de retraso, el soldado Cacciato —Cacciato en italiano significa “cazado”/ “acosado”— vive un infierno mental no muy lejano del de Joe Bonham, el héroe de Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo. Si Johnny está totalmente confuso postrado en la cama de un hospital sin brazos ni piernas, Cacciato es “tonto como una bala”. A las pocas páginas, decide abandonar la guerra de Vietnam y marcharse por las buenas a París, atravesando a pie los trece mil kilómetros de distancia. Tras sus pasos va un pelotón encabezado por el especialista de cuarta clase Paul Berlin, quien “llevaba siete días en la guerra”. En Persiguiendo a Cacciato, O’Brien da otra vuelta de tuerca a un conflicto que siempre ha tenido quien le escriba: Despachos de guerra de Michael Herr, Un rumor de guerra de Philip Caputo, Dog Soldiers de Robert Stone, Un chaleco de acero de Gustav Hasford, Árbol de humo de Denis Johnson, Las cosas que llevaban los hombres que lucharon del propio O’Brien —donde se supera en su propio terreno con su tratamiento de los detalles cotidianos— o, más recientemente, El simpatizante del escritor vietnamita Viet Thanh Nguyen, que ganó el premio Pulitzer en 2016. A diferencia de Nguyen, nacido en 1971, O’Brien, llamado a filas y enviado a Vietnam en 1969, es una voz autorizada para dar buena cuenta de una guerra que fue algo más que una mala racha en la carrera belicista de Estados Unidos: “Era una mala racha. Billy Boy Watkins estaba muerto, y también Frenchie Tucker. Billy Boy se había muerto de miedo en pleno campo de batalla, y a Frenchie Tucker le habían atravesado la nariz de un balazo. [...] Pederson estaba muerto y Rudy Chassler estaba muerto. Buff estaba muerto. Portland estaba muerto. Todos ellos estaban entre los muertos”. Persiguiendo a Cacciato es una de las más incisivas, más ácidas y más ingeniosas denuncias contra la guerra de Vietnam que jamás se han escrito. Es como si O’Brien le hubiera hecho caso a Flaubert: “El único modo de soportar la existencia es revolcándose en la literatura como en una orgía perpetua”. Aquí la orgía se llama Vietnam.



Tanto Cacciato como Berlin intentan comprender el caos que les rodea pero no pillan ni una. La realidad es demasiado cruda y “los soldados son soñadores”, como dice la cita Siegfried Sassoon, poeta y teniente de fusileros en la Primera Guerra Mundial, que abre la novela. Acaso eso constituye en parte la forma como uno aprende a convivir con el horror. Persiguiendo a Cacciato es una de las más incisivas a la vez que divertidas acusaciones que se han escrito contra la guerra de Vietnam. Es como si O’Brien le hubiera hecho caso a Flaubert: “El único modo de soportar la existencia es revolcándose en la literatura como en una orgía perpetua”. La orgía aquí se llama Vietnam. Tanto Cacciato como Berlin intentan comprender el caos que les rodea pero no pillan ni una. La realidad es demasiado cruda y “los soldados son soñadores”, como dice la cita Siegfried Sassoon, poeta y teniente de fusileros en la Primera Guerra Mundial, que abre la novela. Acaso eso constituye en parte la forma como uno aprende a convivir con el horror. Persiguiendo a Cacciato es una de las más incisivas a la vez que divertidas acusaciones que se han escrito contra la guerra de Vietnam. Es como si O’Brien le hubiera hecho caso a Flaubert: “El único modo de soportar la existencia es revolcándose en la literatura como en una orgía perpetua”. La orgía aquí se llama Vietnam.

"Lo importante era el coraje. Cómo comportarse. Si huir o luchar o buscar un punto intermedio. Lo importante no era no tener miedo. Lo importante era cómo actuar con cabeza a pesar del miedo. Escupir esa bilis insondable: eso era el verdadero coraje. Eso era lo que él creía. Como creía en la obviedad del corolario: cuanto mayor es el miedo de un hombre, mayor su potencial coraje".

Tim O’Brien, Persiguiendo a Cacciato


Cada nuevo libro sobre la guerra de Vietnam hace más densa la trama de una ofensiva que nunca tenía que haber sucedido. Ninguna guerra es justa, pero todavía menos la de Vietnam. En Persiguiendo a Cacciato  (Going After Cacciato, 1978), publicada en España con casi cuarenta años de retraso por la editorial Contra, Tim O’Brien da otra vuelta de tuerca a un conflicto que siempre ha tenido quien le escriba: Un rumor de guerra de Philip Caputo, Despachos de guerra de Michael Herr, The Best and the Brightest de David Halberstam, Árbol de humo de Denis Johnson, Las cosas que llevaban los hombres que lucharon del propio O’Brien —donde se supera en su propio terreno con su tratamiento de los detalles cotidianos— o, más recientemente, El simpatizante del escritor vietnamita Viet Thanh Nguyen, que ganó el premio Pulitzer en 2016. A diferencia de Viet Thanh Nguyen, nacido en 1971, O’Brien, llamado  a filas y enviado a Vietnam en 1969, es una voz autorizada para dar buena cuenta de la íntima y cotidiana existencia del soldado Cacciato —Cacciato significa "acosado" / "atrapado" en italiano—, que decide abandonar la guerra de Vietnam y marcharse por las buenas a París, atravesando Asia a pie. Tras sus pasos va un pelotón encabezado por el especialista de cuarta clase Paul Berlin, quien lleva sólo “cuatro días en la guerra”. Tanto Cacciato como Berlin intentan comprender el caos que les rodea pero no pillan ni una. La realidad es demasiado cruda y “los soldados son soñadores”, como dice la cita Siegfried Sassoon, poeta y teniente de fusileros en la Primera Guerra Mundial, que abre la novela. Acaso eso constituye en parte la forma como uno aprende a convivir con el horror. Persiguiendo a Cacciato es una de las más incisivas a la vez que divertidas acusaciones que se han escrito contra la guerra de Vietnam. Es como si O’Brien le hubiera hecho caso a Flaubert: “El único modo de soportar la existencia es revolcándose en la literatura como en una orgía perpetua”. La orgía aquí se llama Vietnam.