Si todo se corrompe con el tiempo, al menos existe algo que permanece inmaculado. ¿Adivinan? No es
difícil. Sí, Henry James. Su obra, considerada como un género en sí mismo, no
deja de reeditarse cada cierto tiempo. El último título en reaparecer de nuevo ha
sido Lo que Maisie sabía (What Maisie Knew, 1897; Gatopardo, 2018), con prólogo de Nora
Catelli, del que tomo esta frase: “El desafío formal de James en esta novela
consiste en construir primero un triángulo: lo que ve y no ve Maisie, lo que hacen los adultos responsables
—padres, nuevos cónyuges, institutrices, criadas—, que miran pero no ven a Maisie, y lo que ven los lectores”. Muy
bien, empecemos por ahí. Lo primero que vemos es que no todo son personajes
femeninos complejos, atribulados, llenos de vericuetos (léase Isabel Archer, Catherine Sloper, Daisy Miller), en la
obra de Henry James. Al igual que el autor de Lolita, James también tuvo su propia nínfula en
Maisie, una niña madura para su edad,
cuya custodia se disputan Beale e Ida Farange, a pesar de que “el único lazo
que la unía a sus padres era el hecho lamentable de que fuese un recipiente en
el que verter la amargura, una frágil taza de porcelana en la que mezclar ácidos
corrosivos”. Pero esperen, que todavía hay más: “No habían solicitado su
custodia para hacerle un bien, sino para tratar de hacerse daño. [...] De
hecho, se sentían más casados que nunca, sobre todo porque el matrimonio nunca
había sido para ellos más que un pretexto para pelearse de forma ininterrumpida”.
Las posibilidades de crecer en estas circunstancias son mínimas, pero Maisie no
sólo logra superarlas sino que también ve mucho más de lo que en principio
puede entender, una cualidad compartida con Flora y Miles, los niños
pubescentes de Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw, 1898). No obstante, Lo que Maisie sabía no es una novela familiar, sino una novela sobre
familias en más de un sentido. James nos sirve la historia de forma transversal
—sabía que tarde o temprano acabaría utilizando esta palabra en boga entre los
políticos—, de extremo a extremo, permitiendo de esta manera asegurar el
interés de la trama más allá de que los Farange no tengan
nada agradable que decirse el uno al otro. Lo que para unos es una simple disputa familiar por la custodia de una
niña para el autor de Retrato de una dama es una oportunidad para demostrar que no hay tema
menor si se lo aborda con precisión, juicio y sentimiento. Volviendo a la
pregunta que encabeza este post, ¿qué es lo que Maisie sabía y por qué debería
importarnos?, estoy convencido que la respuesta no es otra que la de que los
niños pueden superar casi cualquier cosa, incluso
aquello que no nos atrevemos a decir en voz alta. Pero James sí: que los términos
“padre” y “madre” por sí solos no son nada. Aunque Maisie tiene “dos padres,
dos madres y dos hogares”, nunca se ha sentido más
sola.
“Nada podía resultar más conmovedor que esa alma inmaculada no tuviese la
menor sospecha del calvario que le esperaba. Había quien se horrorizaba al
pensar en lo que podían hacer de ella las dos personas encargadas de su
custodia, pues nadie parecía concebir por anticipado que pudiesen hacer algo
que no fuese funesto”.
Henry James, Lo que Maisie sabía