El idilio entre el
escritor argentino Pedro Mairal y el sello catalán Libros del Asteroide continúa,
y esperemos que por mucho tiempo. Después del éxito de su novela La uruguaya
(2016; Libros del Asteroide, 2017), que le valió en España el Premio Tigre Juan
en 2017, Mairal vuelve con Un noche con Sabrina Love (1998; Libros del Asteroide, 2018), aunque no se trata de un nuevo título, sino
de su primera novela por la que recibió en Argentina el Premio Clarín en 1998.
Al igual que La uruguaya, lo primero que llama
la atención de su sonado debut literario —en el jurado estaban nada menos que
Adolfo Bioy Casares, Augusto Roa Bastos y Guillermo Cabrera Infante— es la austeridad
estilística, la despreocupación y la simplicidad con la que parece
haber sido escrita. Una noche con Sabrina Love
es una novela discreta, casi indolente, si no fuera porque la vida duele, la
vida escuece, la vida oprime, la vida aplasta. Vivir es saber elegir, dice
Baltasar Gracián. En Las palmeras salvajes,
William Faulkner hace elegir a su protagonista entre el dolor y la nada. Harry
Wilbourne elige el dolor. En Una noche con Sabrina Love,
Daniel Montero, un joven de diecisiete años, elige la nada cotidiana de
Curuguazú, un pueblo perdido de la provincia de Entre Ríos rodeado por kilómetros de nada, pero no sin antes haber
conocido la alegría y el dolor del primer amor. Ese sentimiento por el que
hacemos toda clase de locuras. Después de ganar un concurso convocado por el
programa de la estrella porno Sabrina Love, Daniel emprende un largo
viaje a Buenos Aires para conocer a la starlette televisiva. Su ensoñación
adolescente no sólo le llevará a adentrarse en la realidad de la urbe
bonaerense (“Acá es todo fútbol, todo barra brava. Dicen que el argentino es de
tener amigos porque no le gusta estar solo, son macanas, el argentino para lo único
que necesita al otro es para putearlo”), sino también a comprometerse, en última
instancia, con su realidad familiar y personal. De hecho no hay otro nervio
central que el propio desarrollo de Daniel desde su deseo de perder la
virginidad con Sabrina Love hasta el inevitable encontronazo con la realidad circundante. Si en su momento este bildungsroman
que hace suyos los estereotipos enseñados desde el cine y la televisión funcionó
—y todavía funciona veinte años después de su publicación— es porque Mairal supo
capturar el angst de una generación incapaz de conjugar el angst si no es a través del sexo como
vía de escape. Hay pocos libros donde el rito de paso de la adolescencia a la
vida adulta se percibe como una subjetividad asombrosa y asombrada. Una noche con Sabrina
Love es uno de esos casos excepcionales. Si tuviese
que traer a colación algún otro, salvando las distancias, las infancias y los contextos socioculturales, sería Mi
planta de naranja lima de José Mauro de Vasconcelos y Celestino
antes del alba de Reinaldo Arenas.
“El
disfraz a veces no oculta sino que revela... revela lo que uno es, o se
considera que es, o tiene miedo de ser, o le gustaría ser y no se anima”.
Pedro Mairal,
Una noche con Sabrina Love