Hablar de Guillaume Dustan (1965-2005) significa hablar de una de las
propuestas narrativas más excitantes surgidas a mediados de los noventa en
Francia. Para algunos, Dustan fue el mejor escritor de su generación. Michel Houellebecq se
enamoró de su obra nada más leer su primer libro autobiográfico, En mi cuarto (Dans ma chambre, 1996), reeditado por Reservoir Books a
finales del año pasado. Dustan, cuyo verdadero nombre era William Baranés,
creció en el seno de una típica familia judía de París hasta que un buen día
decidió hacer saltar por los aires la tranquilidad familiar revelando que era
seropositivo, drogadicto y homosexual. Con estas credenciales era imposible que
su nombre no brillara como una supernova cuando En mi cuarto llegó a las librerías francesas despertando
la admiración de unos y la animadversión de otros (algunos de ellos de la
propia comunidad LGTB) por retratar en su libro los aspectos más
sórdidos del modo de vida homosexual. Por si esto fuera poco, en su segundo
libro, Esta noche salgo
(1997), de alto contenido autobiográfico como el primero, confesó que
practicaba el barebacking
o bareback (generalmente
conocido como la ruleta rusa del sida: sexo a pelo o sin protección) en las
discotecas de ambiente gay de París. Si uno fuera capaz de imaginarse a
Salinger como un semental desesperado por follar, o si se pudiera rescatar al Bret
Easton Ellis de Las leyes de la atracción y despojarlo de vanidad, entonces podríamos trazar
un boceto aproximado del formidable escritor que pudo haber sido Dustan si la
muerte no le hubiera llegado tan temprano. En una conversación mantenida con
Houellebecq, aparecida en la revista Technikart en 2000, Dustan reveló un poquito más —apenas se
guardó nada en sus libros— sobre sí mismo: “Para ser seropositivo desde hace
diez años y seguir vivo, hay que amar la vida. Es cierto que la idea de
mortalidad es insoportable. Es por eso por lo que vamos a las discotecas y
tomamos drogas. Cuando uno está bajo hipnosis, se olvida que va a morir”. Al igual
que el VIH, la palabra sexo surge una y otra vez a lo largo de la conversación
entre Houellebecq y Dustan: “Hacer el amor es uno de los pocos momentos en que
uno está obligado a ser uno mismo. Nos construimos, nos descubrimos”. El
problema está, según Dustan, en que la mayoría de “los hombres han sido
educados para no ser penetrados. No saben tomar el mundo dentro de ellos y
brindar placer al mundo”.
"La gente noctámbula es la más
civilizada de todas. La más difícil. Todos prestan más atención a su conducta
que en un salón aristocrático. No se habla de cosas obvias en la noche. No se
habla del curro, ni de dinero, ni de libros, ni de discos, ni de películas.
Solamente se actúa. La palabra es acción. El ojo al acecho. El gesto cargado de
sentido”.
Guillaume Dustan, En mi cuarto