miércoles, 9 de agosto de 2017

Vida de este chico

Hablar de Guillaume Dustan (1965-2005) significa hablar de una de las propuestas narrativas más excitantes surgidas a mediados de los noventa en Francia. Para algunos, Dustan fue el mejor escritor de su generación. Michel Houellebecq se enamoró de su obra nada más leer su primer libro autobiográfico, En mi cuarto (Dans ma chambre, 1996), reeditado por Reservoir Books a finales del año pasado. Dustan, cuyo verdadero nombre era William Baranés, creció en el seno de una típica familia judía de París hasta que un buen día decidió hacer saltar por los aires la tranquilidad familiar revelando que era seropositivo, drogadicto y homosexual. Con estas credenciales era imposible que su nombre no brillara como una supernova cuando En mi cuarto llegó a las librerías francesas despertando la admiración de unos y la animadversión de otros (algunos de ellos de la propia comunidad LGTB) por retratar en su libro los aspectos más sórdidos del modo de vida homosexual. Por si esto fuera poco, en su segundo libro, Esta noche salgo (1997), de alto contenido autobiográfico como el primero, confesó que practicaba el barebacking o bareback (generalmente conocido como la ruleta rusa del sida: sexo a pelo o sin protección) en las discotecas de ambiente gay de París. Si uno fuera capaz de imaginarse a Salinger como un semental desesperado por follar, o si se pudiera rescatar al Bret Easton Ellis de Las leyes de la atracción y despojarlo de vanidad, entonces podríamos trazar un boceto aproximado del formidable escritor que pudo haber sido Dustan si la muerte no le hubiera llegado tan temprano. En una conversación mantenida con Houellebecq, aparecida en la revista Technikart en 2000, Dustan reveló un poquito más —apenas se guardó nada en sus libros— sobre sí mismo: “Para ser seropositivo desde hace diez años y seguir vivo, hay que amar la vida. Es cierto que la idea de mortalidad es insoportable. Es por eso por lo que vamos a las discotecas y tomamos drogas. Cuando uno está bajo hipnosis, se olvida que va a morir”. Al igual que el VIH, la palabra sexo surge una y otra vez a lo largo de la conversación entre Houellebecq y Dustan: “Hacer el amor es uno de los pocos momentos en que uno está obligado a ser uno mismo. Nos construimos, nos descubrimos”. El problema está, según Dustan, en que la mayoría de “los hombres han sido educados para no ser penetrados. No saben tomar el mundo dentro de ellos y brindar placer al mundo”.




"La gente noctámbula es la más civilizada de todas. La más difícil. Todos prestan más atención a su conducta que en un salón aristocrático. No se habla de cosas obvias en la noche. No se habla del curro, ni de dinero, ni de libros, ni de discos, ni de películas. Solamente se actúa. La palabra es acción. El ojo al acecho. El gesto cargado de sentido”. 

Guillaume Dustan, En mi cuarto