Hacía tiempo que no leía una novela sobre el mundo del cine
desde dentro, desde fuera, desde arriba, desde abajo, de lejos, de cerca, de
media distancia, como Zeroville (Zeroville, 2007; Pálido Fuego 2015) del escritor y crítico de cine Steve Erickson, cuya
adaptación cinematográfica dirigida e interpretada por James Franco aún espera
estreno en España. Zeroville ocupa ya por derecho propio un lugar en el Olimpo de las
novelas que muestran las
entrañas de la meca del cine. A pesar de ilustres antecedentes como El último
magnate de Francis Scott
Fitzgerald, Como plaga de langosta de Nathaniel West, Luces de Hollywood de Horace McCoy, El desencantado de Budd Schulberg o Parpadeo (Flicker, 1991) de Theodore Roszak —que la editorial Pálido Fuego publicará en septiembre—, Erickson consigue aplicar una
original vuelta de tuerca a tan clásico asunto con un protagonista que es el
equivalente al Travis Bickle de Taxi Driver de Martin Scorsese. En 1969, Ike Jerome, apodado Vikar, abandona su Pensilvania natal con destino a Hollywood —antes
hace una parada por el camino para afeitarse la cabeza y tatuarse un primer
plano de Elizabeth Taylor y Montgomery Clift en Un lugar en el sol— sin saber muy bien si Hollywood existe o
no. Aunque se siente inclinado a creer que sí, en sus primeras horas en Los
Ángeles le llama la atención que no haya estrellas de cine caminando por
Hollywood Boulevard, pero, sobre todo, que haya “gente incapaz de reconocer la
diferencia entre Montgomery Clift y James Dean, incapaz de reconocer la
diferencia entre Elizabeth Taylor y Natalie Wood”. La novela de Erickson se
abre con una cita del director Josef Von Sternberg: "Creo que el cine ya estaba
aquí desde el comienzo del mundo". También el cine está en la cabeza de Vikar
desde siempre, o al menos desde que vio su primera película, James Bond contra Goldfinger de Guy Hamilton, y dejó el seminario por el cine con la intención de convertirse en "un Hijo de las Estrellas embrionario, quizá
divino. [...] Los vestigios de una infancia previa le abandonan como
dimensiones. Vikar se dice, he encontrado un lugar donde Dios no mata a los
niños sino que Él mismo es un Niño". En Zeroville no hay trucos de guión, ni giros inesperados, ni sobresaltos, sólo
un hombre que al igual que Taylor y Clift busca su lugar en el sol
mientras hace un repaso por las películas de su vida.
"Todas las películas de Los Ángeles son la misma
película, piensa Vikar por la noche mientras montado en el autobús se adentra
en la ciudad que cogió el rumbo equivocado, donde no hay amor sino mera
obsesión".
Steve Erickson, Zeroville