jueves, 15 de junio de 2017

Tendidos en la oscuridad

Víctima de la continua avalancha de novedades, Nosotros en la noche (Our Souls at Night, 2015) de Kent Haruf, publicada por Literatura Random House en septiembre de 2016, ha pasado sin pena ni gloria por las librerías españolas, al igual que su novela anterior, Plainsong (1999; Planeta, 2000). La crítica anglosajona ha dicho de Nosotros en la noche que "posee una originalidad deslumbrante", una afirmación que probablemente quiere decir que la historia que cuenta no es nada convencional. No obstante, su atractivo no reside tanto en su argumento como en su estilo. Un estilo, el de Haruf, que yo creo es uno de los grandes estilos de la literatura norteamericana, el que cultivaron tanto Ernest Hemingway como John Cheever, con paradas en Eudora Welty, Raymond Carver y Richard Ford, entre otros apeaderos narrativos donde el lector desciende un momento del tren detenido y mira a su alrededor. En Nosotros en la noche Haruf nos acerca a la realidad de la vejez narrada con sobriedad, con sencillez, con unas pocas lecciones bien aprendidas sobre el arte de narrar. Muy gradualmente, a medida que la relación de amistad y de secretos lazos de afecto entre Addie Moore y Louis Waters se va estrechando —ambos son viudos y vecinos de Holt, Colorado— vamos enterándonos de los sinsabores de sus vidas, llenas de pequeños fracasos y tragedias. Haruf nos acerca a la pareja sin prolijas descripciones ni sentimentalismos hueros, pero con la suficiente profundidad para ir más allá de la historia de dos viejos charlando tendidos en la oscuridad, incapaces de escapar de la prisión de sí mismos que ya desde el título se proclama. Este sería el mayor secreto del estilo de Haruf que se empeña en sujetar las palabras de manera que no excedan nunca los límites de lo que han de nombrar. Decía Herman Melville que "lo que se nombra es menos temible". Después de leer Nosotros en la noche, no lo tengo tan claro.







"Él iba a su casa por la noche, pero ya no era lo mismo. No sentían el mismo placer alegre ni la sensación de descubrimiento. Y poco a poco algunas noches Louis fue quedándose en su casa, noches en las que Addie leía a solas durante horas, sin querer tenerlo a su lado en la cama. Dejó de esperarlo, desnuda. Todavía se abrazaban por la noche cuando se quedaba con ella, pero más por costumbre y desolación y soledad y desánimo anticipados, como si trataran de atesorar los momentos que pasaban juntos para lo que vendría". 

Kent Haruf, Nosotros en la noche