De esta manera se dirigía Jean Genet a Juan Goytisolo —muerto hoy en Marruecos, donde vivía exiliado por propia voluntad— en una carta incluida por el propio Goytisolo en Genet
en el Raval, un libro de
lectura imprescindible si queremos conocer la urdimbre de una larga amistad y
de una mutua admiración entre el escritor español y el francés. Cuando se conocieron, Genet tenía cuarenta y cinco años y Goytisolo veinticuatro. En otra carta,
enviada desde Atenas, sin fecha, Genet se dirige al autor de Señas de identidad llamándolo "Juana la
Maricona", para a continuación relatarle sus encuentros homosexuales con otros hombres más jóvenes en lugares apartados: "¿Los
griegos? Tumbo a 4 o 5 al día en la hierba y boca abajo... Hermosos culos,
hermosas pijas, cuerpos velludos, hermosos ojos, hermosas lenguas –esa que va y
viene en torno a mi verga, que, ¡ojo, no es la de Platón ni la de Demóstenes!".
Aunque a Goytisolo no le gustó nunca esa clase de confidencias, encontró en
Genet a un referente, a un amigo, a alguien que por su carácter y su
personalidad encajó con su búsqueda de una esencia de arraigo y, sobre todo, de ese "otro
lado" que siempre nos acompaña como una sombra. El otro
lado de uno mismo, el lado más verdadero. Ahí reside la belleza de libros como Coto vedado, En los reinos de taifa y Genet en el Raval, cercanos, sinceros, hermosamente humanos.
"Conocer íntimamente a Genet es una aventura de la
que nadie puede salir indemne. Provoca, según los casos, la rebeldía, una toma
de conciencia, afán irresistible de sinceridad, la ruptura con viejos
sentimientos y afectos. [...] Si en mi juventud imité de modo más o menos
consciente algunos modelos literarios europeos y americanos, él ha sido en
verdad mi única influencia adulta en el plano estrictamente moral".
Juan Goytisolo, En los reinos de taifa