miércoles, 12 de agosto de 2020

El asesinato considerado como una de las bellas artes

Si hay una obra que se ajusta como un guante a la frase “el asesinato considerado como una de las bellas artes” —la feliz expresión acuñada por Thomas de Quincy en su célebre ensayo sobre la moralidad del hecho de matar—, esa es sin duda la novela de Charles Willeford The Burnt Orange Heresy [La herejía del naranja tostado], publicada en 1971, pero que no ha visto la luz hasta ahora en España, entre otras cosas, porque siempre llegamos tarde a todo. RBA Libros acaba de publicar la novela de Willeford con el título Una obra maestra en su colección Serie Negra, tras Miami Blues (1984), publicada en 2012 y reeditada en 2019 con prólogo de Antonio Lozano. Si algo distingue Una obra maestra, del resto de novelas de Willeford —en especial de la tetralogía protagonizada por el sargento de policía Hoke Moseley: Miami Blues, New Hope for the Dead, Sideswipe, The Way We Die Now—, es la división que se opera en la mente del lector con respecto al personaje principal, James Figueras, un crítico de arte puertorriqueño, misógino, frío y amoral, que para lograr inscribir su nombre en la Enciclopedia Internacional de Bellas Artes no dudará en hacer lo que haga falta, incluso asesinar, para entrevistar en exclusiva al pintor francés Jacques Debierue, el artista surrealista más reputado desde Marcel Duchamp, ahora jubilado en Florida, y ya de paso robarle uno de sus cuadros por encargo del coleccionista Joseph Cassidy. En Una obra maestra, Willeford pone en tela —nunca mejor dicho— de juicio los valores que rigen el arte moderno*, sustentado en experiencias más conceptuales que estéticas que constituyen un dogma que ha seducido a coleccionistas y grandes museos en todo el mundo. Lo que verdaderamente interesa en Una obra maestra no es tanto la intriga criminal —narrada sin golpes de efecto, con un tono sutil que se apoya en los diálogos, en pequeños detalles y en decisiones terribles expresadas sin dramatismo añadido— como el retrato de un personaje que no es para nada un capullo pero se esfuerza a tope para serlo. Un personaje impredecible que le sirve a Willeford para un nuevo retrato del sueño americano y su reverso: arribismo, triunfo, poder, amor traicionado y, en última instancia, soledad, cuando no la cárcel. No porque sea una obra maestra, que lo es, la novela marcó un punto y aparte en la carrera de Willeford. Su brillantez se convirtió en un listón demasiado alto a superar incluso para su propio creador que quiso escaparse del maleficio de haber firmado una novela negra única intentando encajar, sin demasiada suerte, su universo literario en sus siguientes obras, Kiss Your Ass Good-Bye (1987) y The Shark-Infested Custard (1993) —para él su mejor novela, como gustaba de responder a todo el que le preguntaba—, inéditas en nuestro país.




“El papel del coleccionista es casi tan importante para la cultura mundial como el del crítico. Sin los coleccionistas apenas se produciría arte en este mundo, y sin los críticos, los coleccionistas no sabrían que coleccionar. Ni siquiera los coleccionistas del arte se la jugarían sin la confirmación de un crítico. Coleccionistas y críticos mantienen esa incómoda relación simbiótica”.


Charles Willeford, Una obra maestra



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(*) Charles Willeford estudió Historia del Arte en Lima, Perú.