lunes, 30 de marzo de 2020

El buen lector

Para cualquier escritor resumir su experiencia con la lectura y la escritura en una recopilación razonable equivaldría a conseguir la cuadratura del círculo con compás y cartabón, como se decía en la época en que la que el compás y el cartabón eran gadgets externos que ocupaban un lugar destacado en el pupitre de cualquier estudiante de EGB. Aún así, hay muchos escritores —o en su defecto, sus albaceas testamentarios— que lo han intentado: Gustave Flaubert (Cartas a Louise Colet), Robert Louis Stevenson (Escribir), Franz Kafka (Diarios), Edith Wharton (Escribir ficción), Virginia  Woolf (Una habitación propia), Lionel Tilling (El derecho a escribir mal), Vladimir Nabokov (Curso de literatura europea), Cesare Pavese (El oficio de vivir), James Wood (Los mecanismos de la ficción), Philip Lopate (Mostrar y decir), Philip Roth (¿Por qué escribir?), David Grossman (Escribir en la oscuridad), Sven Birkerts (Elegía a Gutenberg), David Lodge (El arte de la ficción), Haruki Murakami (De qué hablo cuando hablo de escribir), Ursula K. Le Guin (Contar es escuchar), David Shields (Hambre de realidad), Paul Auster (A salto de mata), Rodrigo Fresán (La parte inventada). Pese a que sobre el arte de escribir ya lo dijo todo Augusto Monterroso con su brevedad habitual en Viaje al centro de la fábula: “En el arte las cosas no salen como salgan. [...] Hay reglas”; nunca mejor dicha aquella frase, aprendida en la EGB, de que "cada maestrillo tiene su librillo". Leyendo el ensayo La seducción del mirlo blanco (Gawayat al-shuhrur al-abyad: nusus tachribati maa al-qiraa wa al-kitaba, 1997; Cabaret Voltaire, 2020) de Mohamed Chukri, nadie diría por su contundencia y modernidad que está escrito por un autor de 62 años, que moriría seis años después, en 2003, renegando de la fama que le reportó su primera novela, El pan a secas (Al-jubz al-hafi, 1972; Cabaret Voltaire, 2012), un clásico de la literatura marroquí: “Me siento como esos escritores aplastados por la fama de un solo libro. Como Cervantes con Don Quijote, o Flaubert con Madame Bovary, o D. H. Lawrence con El amante de Lady Chaterley”. En La seducción del mirlo blanco, Chukri explora y analiza el concepto  de la experiencia literaria: “La creación, la verdadera, sobrepasa las experiencias meramente documentales. Lo que nos interesa hoy es que el creador sepa cómo expresar la utilidad de su experiencia intelectual o sentimental. [...] Las experiencias literarias que no llevan a la gente a descubrir su ser, en situaciones de comunión perfecta con estas, no son literatura, aunque formen parte de ella. Es lícito que los parásitos crezcan en el campo de la literatura, pero igualmente lo es que los arranquemos”. Chukri dice en este libro muchas cosas interesantes e importantes sobre la libertad del escritor —o de sus héroes— de elegir su destino, aunque el desenlace sea trágico; luego cambia para subrayar la importancia de recurrir a la imaginación creativa para condenar la fealdad del mundo y su rechazo: “Entender el mundo y vivir en él constituye un intento de instaurar lo bello en lugar de lo feo”. La seducción del mirlo blanco es una recopilación textos que se acerca en cierto modo al diario vital de Cesare Pavese, El oficio de vivir, que nos debería atañer a todos.




“No solo el buen lector busca un buen libro, también el buen escritor necesita al buen lector”. 

Mohamend Chukri, La seducción del mirlo blanco