Por lo general suelo leer dos libros a la vez —más por deformación
profesional que otra cosa—, pero ambos libros deben tener algún aspecto en
común. En este caso, El hogar eterno (The Long Home, 1999; Dirty Works, 2019) de William Gay y Kentucky
seco (Kentucky Straight, 1992; Sajalín, 2019) de Chris Offutt tienen
más de un aspecto en común. Aparte del origen sureño de los dos autores y de la
temática de la búsqueda de sentido de la existencia en un contexto social en el
que todo huele a podrido y descomposición, El hogar eterno y Kentucky seco comparten el mismo traductor, Javier Lucini,
especialista en lo que podríamos llamar gótico sureño contemporáneo: Larry
Brown, Harry Crews, Tom Franklin, Alan Heathcock, Ann Pancake. No obstante,
cuanto más avanzaba en la lectura de Kentucky seco, más difícil se me hacía abandonar el libro de
Offutt por el de Gay que, si bien es igual de bueno, no me pedía toda mi atención. Aunque
el título Kentucky seco
puede hacer pensar en una bebida alcohólica de alta graduación —el autor
reconoce que se lo sugirió un compañero de piso de la facultad con el que solía beber a raudales bourbon de
Kentucky seco—, estos nueve relatos de Offutt no tienen nada que ver con la
vida estudiantil, las juergas y las noches sin fin: Kentucky seco describe las tensiones internas del sueño
americano tal como el escritor las vivió en su pueblo natal, Haldeman,
Kentucky, un lugar que hace tiempo dejó de salir en los mapas. Offutt es un
caso raro y apasionante para los tiempos que corren. Y es que nadie se
imaginaba al autor de Mi padre, el pornógrafo (My Father, the Pornographer, 2016), de próxima aparición en la editorial
Malas Tierras —que toma su nombre de la mítica película de Terrence Malick—,
contando, con una limpieza digna de Sherwood Anderson y una elocuencia hecha
simultáneamente de verdad humana y depuración estilística, la historia de la
América que se muere, del país que está a punto de desaparecer bajo el peso de
la industrialización. Los relatos de Kentucky seco beben de la mejor tradición narrativa americana —Erskine
Caldwell, William Faulkner, Flannery O’Connor—, sus historias de soledad
emocional y búsqueda vital destilan un aliento poético que se abre paso de
forma callada en medio de la violencia y la desesperación que atenazan a sus
personajes. Si hay un libro que no debería pasar inadvertido es éste, y los que
vengan detrás. Además del ya mencionado Mi padre, el pornógrafo, Sajalín ha anunciado la próxima publicación
de su última novela, Country Dark (2018).
“William recordó que su padre y su abuelo volvían de
las minas por aquel mismo camino y, de pronto, se alegró de no haber tenido
hijos varones. La responsabilidad sobre la tierra acabaría en él. La vida de
los hombres transcurría entre ráfagas de trabajo y alcohol, con una muerte
rápida, mientras que las mujeres sufrían un desgaste lento y continuado, como
la ribera de un río en una curva pronunciada”.
Chris Offutt, Kentucky seco