viernes, 19 de abril de 2019

Dolor y gloria

No hay lugar para lo superlativo en el estilo narrativo de Marguerite Duras —nacida Marguerite Germaine Marie Donnadieu, en Saigón, en la Indochina francesa—, un estilo tranquilo y sencillo en su forma de exteriorizar los estados del alma o el dolor físico, que deja entrever la alergia de la escritora a la prosopopeya de otros autores de su tiempo. Para Duras, su estilo no era más que los latidos de su corazón, un grito mudo en la multitud. El premio Goncourt que obtuvo hacia el final de su carrera, a los 70 años, por El amante (L'Amant, 1984), la llevó no sólo del anonimato a la atención mediática, sino también a su consolidación como escritora de referencia en la historia de la literatura femenina sin inhibiciones y, lo que es más importante, sin prejuicios. Según su biógrafa Laure Adler, Duras fue “una apasionada de la libertad. Libertad política, pero también libertad sexual. Pues si fue, por descontado, la escritora del amor, también fue una militante de la causa feminista y una abogada enfervorizada del placer femenino. Reivindicó sin desmayo el derecho al goce”. A principios del siglo XXI, la obra de Duras desapareció prácticamente de las librerías españolas, a excepción de su novela más conocida, El amante, un best seller global que todavía se puede encontrar en ediciones de bolsillo. Ni rastro de los títulos que la editorial Tusquets publicó uno tras otro en los años 80 en su colección Andanzas: Moderato cantabile, El vicecónsul, El arrebato de Lol V. Stein, Los ojos azules pelo negro, Emily L., Los caballitos de Tarquinia, El amor, Destruir, dice o El amante de la China del Norte. Ahora vuelve a las librerías gracias a Alianza Editorial, que recupera tres novelas —al menos por el momento— de la escritora francesa, El dolor (La douleur), La lluvia de verano (La pluie d'été) y Yann Andréa Steiner (Yann Andrea Steiner), escritas en 1985, 1990 y 1992, respectivamente. Si hay una sola duda de que Duras rara vez ha estado sin amantes, las disipa ella misma rápidamente en El dolor y Yann Andréa Steiner, inspiradas en su relación con el escritor y miembro de la resistencia francesa Robert Antelme, superviviente del campo de concentración de Dachau —Antelme narró sus experiencias en el campo en un libro que para muchos es el auténtico manual del horror nazi, titulado La especie humana (L'Espèce humaine, 1947; Arena Libros, 2001)—, y Yann Lemée, su último amante, rebautizado por Duras como Yann Andréa Steiner, 38 años menor que ella. Ambas novelas presentan a una Duras  vulnerable, indefensa, desbordada por los acontecimientos, pero de gran fuerza interior, que se enfrenta en soledad al dolor, incluso cuando se permite soñar por un momento: “El dolor está implantado en la esperanza”.




“La cabeza estaba unida al cuerpo por el cuello como suelen estarlo las cabezas, pero ese cuello estaba tan menguado —se abarcaba todo el contorno con una sola mano—, tan desecado, que uno se preguntaba cómo pasaba por él la vida. [...] Le dábamos papilla amarilla como el oro, papilla para recién nacidos, y salía de él verde oscuro como cieno de un pantano. [...] Durante diecisiete días el aspecto de esa mierda ha seguido siendo el mismo. Diecisiete días sin que esa mierda se parezca a nada conocido. Cada una de las siete veces en que hace por día, nosotros la olemos, la miramos sin reconocerla. Diecisiete días escondiendo a sus propios ojos lo que sale de él, igual que le escondemos sus propias piernas, sus pies, su cuerpo, lo increíble”.

Marguerite Duras, El dolor