El escritor francés Édouard Louis, nacido Eddy Bellegueule, a quien hizo
protagonista de su primera novela de inspiración autobiográfica Para acabar con Eddy Bellegueule (En
finir avec Eddy Bellegueule, 2014;
Salamandra, 2015), aún no ha cumplido los 26 años, pero
lleva ya casi una década de exitosa actividad literaria y buenas amistades,
entre ellas la del filósofo Didier Eribon (Una moral de lo minoritario)
y el polemista Geoffroy de Lagasnerie (La última lección de Michel Foucault).
Explica Louis siempre que tiene ocasión que vivimos rodeados de violencia, pero
estamos acostumbrados porque la llamamos vida. Su segunda novela, dedicada a
Geoffroy de Lagasnerie, tiene un título que no deja lugar a dudas: Historia de la violencia (Histoire de la
violence, 2016; Salamandra, 2018). La violencia que da
pie al título es la supuesta violación que el propio escritor sufrió meses
después de terminar de escribir Para acabar con Eddy Bellegueule. En aquel entonces,
Louis no era la celebridad que es hoy —sólo había dirigido el trabajo colectivo
Pierre Bourdieu. L'insoumission en héritage—, por lo que no tenía ninguna reputación que mantener. La madrugada
del 25 de diciembre de 2013, invitó a subir a su apartamento de París a
un inmigrante cabileño llamado Reda con el que mantuvo relaciones sexuales. A
la mañana siguiente, Reda lo inmovilizó contra la cama apuntándole con una
pistola y lo violó sin su consentimiento. Pero lejos de
denunciar su violación —lo hace a regañadientes ante la policía porque sus
amigos Didier y Geoffroy se lo piden—, en Historia de la violencia ha
apostado por asestar, como tantas veces hiciera Jean Genet, un durísimo golpe a
la sociedad prejuiciosa y poco sensibilizada ante estas realidades,
cuestionando las categorías de víctima y verdugo: “La copia de la denuncia que
guardo en mi casa, redactada en un lenguaje policial, señala: Tipo magrebí.
Cada vez que le echo un vistazo esa frase me exaspera, porque sigo oyendo el
racismo de la policía durante el interrogatorio del 25 de diciembre, ese
racismo compulsivo que, al fin y al cabo, parecía ser el único elemento que
vinculaba a los policías entre sí, el único, con sus uniformes demasiado
ajustados, el elemento sobre el que se fundaba su uniformidad aquella noche,
puesto que para ellos tipo magrebí no indicaba un origen
geográfico sino que quería decir gentuza, gamberro,
delincuente”. Cuando Louis publicó Para acabar con Eddy Bellegueule, dedicada a Didier Eribon, cuya novela autobiográfica Regreso a Reims inspiró la suya, despertó
en muchos la sensación de que tomaba el relevo de Hervé Guibert, autor de Al amigo que no me salvó la vida. La forma
atrevida de Louis de abordar el sexo, la decepción, la familia y la violencia, suscitó
elogiosas críticas en quienes reconocieron las huellas de otros autores y
advirtieron de sus prometedoras cualidades narrativas. Historia de la
violencia es el regreso triunfal, y sin rendir cuentas a nadie, de este joven autor y la
confirmación esperada.
“Yo
esperaba que alguien, un vecino, nos oyera e interviniera. Pero no acudió
nadie. Él se obstinaba en querer atarme los brazos. Como sus tentativas no daban resultado, cogió de nuevo la pistola. [...]
y me inmovilizó contra el colchón. No grité mientras me violaba, por temor a
que me disparase. Me quedé inmóvil. [...] Hacía falta que me resistiera un
poco. Lo que él buscaba era, precisamente, mi no-consentimiento. Estaba sobre
mí, pero se materializaba en todo lo que me rodeaba, sé que es un tema
recurrente en los relatos sobre este asunto, todo se había vuelto como una
excrecencia de Reda, mi almohada era Reda, las sábanas eran Reda, la oscuridad
entera era Reda”.
Édouard Louis,
Historia de la violencia