martes, 10 de abril de 2018

Queridísimos verdugos

El escritor francés Édouard Louis, nacido Eddy Bellegueule, a quien hizo protagonista de su primera novela de inspiración autobiográfica Para acabar con Eddy Bellegueule (En finir avec Eddy Bellegueule, 2014; Salamandra, 2015), aún no ha cumplido los 26 años, pero lleva ya casi una década de exitosa actividad literaria y buenas amistades, entre ellas la del filósofo Didier Eribon (Una moral de lo minoritario) y el polemista Geoffroy de Lagasnerie (La última lección de Michel Foucault). Explica Louis siempre que tiene ocasión que vivimos rodeados de violencia, pero estamos acostumbrados porque la llamamos vida. Su segunda novela, dedicada a Geoffroy de Lagasnerie, tiene un título que no deja lugar a dudas: Historia de la violencia (Histoire de la violence, 2016; Salamandra, 2018). La violencia que da pie al título es la supuesta violación que el propio escritor sufrió meses después de terminar de escribir Para acabar con Eddy Bellegueule. En aquel entonces, Louis no era la celebridad que es hoy —sólo había dirigido el trabajo colectivo Pierre Bourdieu. L'insoumission en héritage—, por lo que no tenía ninguna reputación que mantener. La madrugada del 25 de diciembre de 2013, invitó a subir a su apartamento de París a un inmigrante cabileño llamado Reda con el que mantuvo relaciones sexuales. A la mañana siguiente, Reda lo inmovilizó contra la cama apuntándole con una pistola y lo violó sin su consentimiento. Pero lejos de denunciar su violación —lo hace a regañadientes ante la policía porque sus amigos Didier y Geoffroy se lo piden—, en Historia de la violencia ha apostado por asestar, como tantas veces hiciera Jean Genet, un durísimo golpe a la sociedad prejuiciosa y poco sensibilizada ante estas realidades, cuestionando las categorías de víctima y verdugo: “La copia de la denuncia que guardo en mi casa, redactada en un lenguaje policial, señala: Tipo magrebí. Cada vez que le echo un vistazo esa frase me exaspera, porque sigo oyendo el racismo de la policía durante el interrogatorio del 25 de diciembre, ese racismo compulsivo que, al fin y al cabo, parecía ser el único elemento que vinculaba a los policías entre sí, el único, con sus uniformes demasiado ajustados, el elemento sobre el que se fundaba su uniformidad aquella noche, puesto que para ellos tipo magrebí no indicaba un origen geográfico sino que quería decir gentuza, gamberro, delincuente”. Cuando Louis publicó Para acabar con Eddy Bellegueule, dedicada a Didier Eribon, cuya novela autobiográfica Regreso a Reims inspiró la suya, despertó en muchos la sensación de que tomaba el relevo de Hervé Guibert, autor de Al amigo que no me salvó la vida. La forma atrevida de Louis de abordar el sexo, la decepción, la familia y la violencia, suscitó elogiosas críticas en quienes reconocieron las huellas de otros autores y advirtieron de sus prometedoras cualidades narrativas. Historia de la violencia es el regreso triunfal, y sin rendir cuentas a nadie, de este joven autor y la confirmación esperada.




“Yo esperaba que alguien, un vecino, nos oyera e interviniera. Pero no acudió nadie. Él se obstinaba en querer atarme los brazos. Como sus tentativas no daban resultado, cogió de nuevo la pistola. [...] y me inmovilizó contra el colchón. No grité mientras me violaba, por temor a que me disparase. Me quedé inmóvil. [...] Hacía falta que me resistiera un poco. Lo que él buscaba era, precisamente, mi no-consentimiento. Estaba sobre mí, pero se materializaba en todo lo que me rodeaba, sé que es un tema recurrente en los relatos sobre este asunto, todo se había vuelto como una excrecencia de Reda, mi almohada era Reda, las sábanas eran Reda, la oscuridad entera era Reda”.

Édouard Louis, Historia de la violencia