Existe un término de acuñación italiana, el “dietrismo”, que hace
referencia a la actitud de aquellos que creen que ven conspiraciones e intrigas
detrás de los acontecimientos de la vida política, económica y social, que determinan a la postre el
devenir de nuestras vidas. Pues bien, la historia de El reglamento (North Facing, 2017; Tusquets, 2018), la última novela del
escritor sudafricano Tony Peake —la primera que su publica en España— no está
lejos de la cultura de la sospecha. En vísperas de que se celebre el juicio
contra Nelson Mandela, que le condenaría a 27 años de cárcel, en un
internado de Pretoria un grupo de colegiales son reclutados por el matón de la
clase, Du Toit, también fundador y líder de la pandilla más deseada del
colegio, para espiar a sus profesores sin que ellos sean conscientes de lo que están
haciendo. El protagonista de la novela, Paul Harvey, alter ego de Peake —ex
alumno de
la escuela
preparatoria Waterkloof House de Pretoria—, es un chico sensible y solitario,
que se siente rechazado y necesita amigos, aún si no son los mejores amigos que
podría tener. Por eso, cuando Du Toit le invita a unirse a su pandilla acepta
de inmediato: “Otro niño más sensato habría juzgado más oportuno mantenerse al
margen. Para Paul, sin embargo, eso hubiera conllevado desoír la presión añadida
que ejercían sus padres. El hecho de que siempre desearan lo mejor para él. Que
desearan también sentirse orgullosos de él; en eso insistían constantemente.
Siempre hacían hincapié en que se adaptara al colegio. En que hiciera más
amigos, ¿por qué no hacía más amigos? En que se integrara. No les gustaba
imaginárselo tan solo, con el dinero que estaban costando sus estudios. ¿No podía
esforzarse un poco más? Por el bien de ellos, además de por el suyo propio”. El
interés de Peake, en esta novela de tintes autobiográficos, está del lado más
bien didáctico. Formamos parte de un todo, viene a decirnos y, por ello, cualquier acción
que hagamos, u omitamos, tiene un resultado directo sobre nuestro entorno,
primero, y sobre el mundo, después. En El reglamento, Peake construye un ecosistema emocional y
sexual de un tiempo y un país del que es difícil salir ileso. A mí me ha tocado
el corazón. Me ha recordado a otra obra que enamora sin esfuerzo, Reencuentro (Reunion, 1971; Tusquets, 1987 [2016]) de Fred Uhlman. Pues, al igual que la novela
del escritor alemán de origen judío, El reglamento es una delicada mirada al fin de la inocencia.
“Mientras
Paul devolvía aquellos volúmenes a sus estantes, que llenaban las cuatro
paredes de la biblioteca desde el suelo hasta el techo, pensó de nuevo en lo
seguro, lo arropado que le hacía sentir siempre la biblioteca. En parte por lo
bien ordenada que estaba, pero también porque sus anaqueles amortiguaban todo
rastro de ruido exterior”.
Tony Peake,
El reglamento