En el Libro
de Buen Amor de Juan Ruiz, más conocido como el Arcipreste de Hita —para que vean que
de algo me sirvieron mis años en la Universidad de Cheste—, puede leerse una frase que dice: “Mensaje que mucho tarda, a muchos
hombres demuele”. Es lo que en el refranero popular español se conoce como: “El
que espera desespera”. Una expresión que ha resistido el embate de los siglos,
pero no tiene por qué resultar cierta, a juzgar por lo que dice la
escritora y periodista alemana Andrea Köhler en su delicioso ensayo El
tiempo regalado (Lange Weile. Über
das Warten, 2007; Libros del Asteroide, 2018), en
el que trata no sólo de dar un sentido a la espera en un mundo que exige
continuamente velocidad y aceleración, dos conceptos de física estrechamente
relacionados pero diferentes —aunque ninguno de los dos nos ayuda realmente a ganar tiempo como saben los hámsters en sus ruedecitas—, sino también de “señalar lo gratificante de la lentitud y la
espera”. Para ello la autora recurre a modelos literarios de lo contrario, como
“la espera que se agota a sí misma” (El proceso de Franz Kafka) o la búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust:
“Proust y Kafka son nuestros testigos privilegiados de la transición hacia el
tiempo acelerado”. Para Köhler, la crisis de la modernidad es ante todo y sobre
todo una profunda crisis de tiempo. Por un lado, el ahorro objetivo en tiempo
ha colonizado nuestra manera de vivir (“las distancias son menores, los
espacios más estrechos y las unidades de medida del tiempo, fracciones cada vez
más pequeñas”) y, por otro, el acortamiento de los tiempos de espera ha hecho
del esparcimiento una palabra obsoleta: “Se trata de un estado que procede de una época en la que el tiempo no tenía límites y sus intersticios aún no se habían sacrificado a fines y objetivos”. Paradójicamente la experiencia esencial
es una sensación de pérdida de tiempo, análoga a la inquietud de George Orwell
en Un mundo feliz por la pérdida del
pasado y de la memoria y la niñez. El tiempo regalado es una brillante y original reflexión sobre la espera, que aúna el
análisis literario y el social, el pasado y el futuro, la realidad y la ficción,
ofreciendo una perspectiva única y compleja sobre la necesidad de detener el tiempo,
como pedía Aldous Huxley el siglo pasado.
“La espera genera temperaturas. Esperamos con el corazón tiritando, o
ardiendo de deseo. Pero qué sea eso que duele, calienta el ánimo o nos llena de
escarcha, es más difícil de aprehender. Porque la espera es algo imaginario y
concreto a la vez: una visión de algo potencialmente real que se oculta”.
Andrea
Köhler, El tiempo regalado