Ursula K.
Le Guin ha muerto sin el Nobel. Al igual que Borges, Nabokov o Stanisław Lem,
la autora de La mano izquierda de la oscuridad siempre figuró en las listas de candidatos, pero nunca le otorgaron
ese honor. Pero ya se ha colado en miles de estanterías de sus contemporáneos,
incluso en las de aquellos que leen muy poco, y no debido a una operación de
mercadotecnia, sino a que supo escuchar las angustias y las preocupaciones de
nuestro tiempo. Todo le era propio y nada le era ajeno. Precisamente,
coincidiendo con la noticia de su muerte, ha llegado a las librerías, Contar es escuchar (The Wave in the Mind: Talks and
Essays on the Writer, the Reader, and the Imagination, 2004; Circulo de tiza, 2018), un libro de magníficos ensayos para
alargar la noche hasta perder el sueño. Sólo por el texto de presentación,
donde la autora cuenta que nació antes de que se inventaran las mujeres, vale
la pena adentrarse en las 402 páginas que componen este maravilloso volumen: "Soy un hombre. Pensarán que he cometido un error de género sin querer, o quizá
que intento engañarlos, porque mi nombre de pila acaba en a, y soy dueña de tres sujetadores, y he estado embarazada cinco veces,
y otras cosas por el estilo que sin duda habrán notado, pequeños detalles. Pero
los detalles no importan. Soy un hombre, y quiero que me crean y lo acepten
como un hecho, tal y como lo acepté yo misma durante muchos años. [...] Las
mujeres son una invención muy reciente. Precedo en varias décadas a la invención
de las mujeres. De acuerdo, si son ustedes muy quisquillosos en cuanto a la
precisión, las mujeres fueron inventadas varias veces en sitios sumamente
distintos, pero lo cierto es que los inventores no supieron poner a la venta el
producto. Emplearon técnicas de distribución rudimentarias y no hicieron
ninguna investigación de mercado, de manera que por supuesto el concepto no
cundió. [...] Tal vez no soy un hombre de primera categoría. Acepto de buen
grado que quizá soy una especie de hombre de segunda o de imitación, un Él análogo.
Como tal, soy al varón genuino lo que el palito de pescado cocido en horno
microondas es al salmón real asado a la parrilla". Ursula K. Le Guin no sólo
expandió las fronteras de la literatura de ciencia ficción, un coto reservado
hasta entonces a los hombres, sino que también se convirtió en una de las
grandes autoras de referencia del feminismo y de la teoría de género, inspiración
para futuras generaciones de escritoras, como Kameron Hurley (Las estrellas
son legión) N. K. Jemisin (La quinta estación) y Becky Chambers (El largo viaje a un pequeño planeta iracundo).
"Nada surge de la nada. Las ideas del novelista provienen de alguna
parte. En el escritor entran cosas, cosas a montones, no las notas apuntadas en
un cuaderno sino todo lo visto y oído y sentido a lo largo de todo el día todos
los días, un montón de basura, desechos, hojas muertas, brotes de patatas,
tallos de alcachofas, bosques, calles, cuartos en barriadas, cordilleras,
voces, gritos, sueños, susurros, olores, golpes, ojos, pasos, gestos, el toque
de una mano, un pitido en la noche, el ángulo de la luz proyectada sobre una
pared en una habitación infantil, una aleta que surca aguas residuales. Todo
ello se acumula en el contenedor personal y allí se combina, recombina, cambia;
se vuelve oscuro, pútrido, fecundo, hasta convertirse en humus. En esa mezcla
cae una semilla, la tierra la alimenta con la riqueza que la compone, y algo
crece. Pero lo que crece no es un tallo de alcachofa, un brote de patata, un
gesto. Es algo nuevo, un todo nuevo. Es algo inventado".
Ursula
K. Le Guin, Contar es
escuchar