miércoles, 14 de febrero de 2018

Leyendo a Susan desesperadamente

Qué mejor manera de pasar el Día de San Valentín que leyendo a Susan Sontag, cuyo nombre original era Susan Rosenblatt, pero adoptó el apellido de su padrastro Nathan Sontag porque “sonaba menos judío”, y esperaba que así nadie la molestara más. Contra la interpretación (Against Interpretation, 1966) y El sida y sus metáforas (AIDS and Its Metaphors, 1989) —continuación de La enfermedad y sus metáforas (Illness as Metaphor, 1978)— son, y no descubro gran cosa, dos de los libros más emblemáticos de la ensayista y novelista norteamericana. Con ellos, Sontag inició una carrera ascendente que se vio refrendada en 2000 con el National Book Award a su novela En América, y en 2003 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por el conjunto de su obra. Sin embargo, poca atención ha merecido su narrativa breve, aunque eso va a cambiar a partir de ahora. El sello Literatura Random House acaba de publicar todos sus cuentos reunidos bajo el título Declaración (Debriefing: Collected Stories, 2017), con cuatro cuentos adicionales —Descripción (de una descripción), El muy cómico lamento de Píramo y Tisbe, Un Parsifal y Diálogo entre una descendiente de Noé y un pájaro— que no aparecían en la edición original inglesa preparada y ordenada por Benjamin Taylor. Yo, etcétera (I, etcetera, 1978; 1983, [Debolsillo, 2011]) era el único volumen que hasta la fecha recogía sus cuentos. Declaración viene a demostrar que Sontag supo descender sin esfuerzo de las alturas teóricas del pensamiento contemporáneo para dedicar páginas emotivas a la visita que hizo cuando era una adolescente a Thomas Mann en su casa de Los Ángeles; a su relación con una amiga depresiva, Julia (“La semana pasada me dijo que solo el pan y el café no la enferman”); o a la muerte de su padre, Jack Rosenblatt, cuando ella tenía cinco años. “Murió muy lejos. Al rememorar la muerte de mi padre lo hago más pesado. Lo sepultaré yo misma”, escribe en esa especie de catarsis personal que es Proyecto para un viaje a China. Allí se puede leer también una frase que me impresionó y me sigue impresionando mucho por lo que dice de nosotros como sociedad: “En otro tiempo, China significaba el colmo de los refinamientos: en cerámica, crueldad, astrología, modales, alimentación, erotismo, pintura de paisajes, la relación entre el pensamiento y el signo escrito. Ahora China significa el colmo de la simplificación”. Escritora brillante, iconoclasta y ávida de nuevas formas, en estos cuentos Sontag devuelve la mirada a los pequeños acontecimientos que fundamentan la existencia, incluso a aquellos que, como la irrupción del sida, la han puesto en peligro.




“Hice un viaje para ver las cosas bellas. Un cambio de paisaje. Un cambio de estado de ánimo. ¿Y sabes qué? ¿Qué? Continúan allí. Pero no continuarán allí por mucho tiempo. Lo sé. Por eso me fui. Para despedirme. Cada vez que viajo, es invariablemente para despedirme”. 

Susan Sontag, Viaje sin guía [de Declaración]