jueves, 11 de enero de 2018

¿Qué tal el dolor?

Aunque se suele clasificar a James Ellroy en el género negro, especialmente en el hard boiled acuñado por Dashiell Hammett y Raymond Chandler en la primera mitad del siglo XX, para el autor del Cuarteto de Los Ángeles (La dalia negra, El gran desierto, L.A. Confidential y Jazz blanco) nada es blanco y negro. En su obra novelística hay lugar también para el amor, la redención y el martirologio familiar, como en su libro menos conocido pero sin embargo más personal, Mis rincones oscuros (My Dark Places, 1996; Literatura Random House, 2018), donde narra cómo llegó a ser quién es —un escritor con todas las letras, un escritor a perdurar más allá de las fronteras de la novela negra—  a partir del asesinato no resuelto de su madre Geneva (Jean) Hilliker a finales de los años cincuenta. Esa muerte violenta no sólo trastocó la vida de Ellroy, sino que además le convirtió en una víctima más. Ellroy tenía diez años cuando su madre fue violada y estrangulada el 22 de junio de 1958 en El Monte, Los Ángeles, lo que le llevó a arrastrar hasta bien entrada la madurez un sufrimiento brutal, un dolor infinito que le condujo a la autodestrucción y sus diversas formas de manifestarse: alcoholismo, drogadicción, delincuencia, violencia. Sus relaciones con las mujeres también estuvieron capitalizadas por el dolor: "Yo era un tornado que pasaba por sus vidas. Recibía sexo y escuchaba sus historias. Les contaba la mía. Intenté que funcionaran una serie de emparejamientos, unos breves y otros más prolongados. [...] Yo siempre daba el hachazo en la mayoría de mis relaciones. Me encantaba cuando alguna mujer me calaba y agarraba el hacha primero. Yo nunca cercené mis expectativas románticas. Nunca llevé una línea suave en el amor. Me sentía mal por las mujeres con las que follaba. Con el tiempo me acerqué a las mujeres con menos ferocidad. Aprendí a disimular mi ansia. Aquella avidez fue a parar directamente a mis libros, que se volvieron cada vez más obsesivos". El viejo precepto de "conócete a ti mismo" se transforma aquí en el arduo estandarte existencialista de "conoce tu dolor". Mis rincones oscuros no es en rigor una novela, sino una foto fija de una época, un mundo y unas vidas condenadas a cumplir una existencia miserable al otro lado de las puertas para siempre cerradas del Paraíso. Lo único que hace soportable su lectura es pensar que todo esto no te pasó a ti.




"El hijo de la víctima era regordete y más alto que la mayoría de los niños de diez años. Estaba nervioso, pero no se le veía nada afectado. El niño había llegado a la casa en taxi, solo. Se le informó de la muerte de su madre y encajó la noticia con calma. Le dijo a un agente que su padre estaba en la estación de autobuses de El Monte, esperando un vehículo de la compañía Freeway Flyer que lo llevara de regreso a Los Ángeles. Un coche patrulla recibió la orden de desplazarse hasta allí para recoger a Armand Ellroy. Padre e hijo no habían estado en contacto desde que se despidieron en la estación. Ahora estaban retenidos en habitaciones separadas".

James Ellroy, Mis rincones oscuros