Las distopías o utopías negativas —o, para entendernos mejor, un mundo donde la realidad transcurre en términos contrapuestos a los de una sociedad ideal—, no
acostumbran a ser tan directas, perspicaces y subversivas como en El cuento
de la criada (The
Handmaid’s Tale, 1985), de
Margaret Atwood. Al rebufo del éxito de la serie de televisión de la cadena americana HBO,
la editorial Salamandra ha recuperado esta novela descatalogada en España desde
2008, en que la publicó Bruguera. Al igual que en Un mundo feliz, el clásico de Aldous Huxley que describe una
sociedad futura que fabrica embriones humanos a imagen y semejanza de una
cadena de montaje, los personajes —sobre todo femeninos— de El cuento de la
criada mantienen su
heroicidad de puertas adentro. Viven atrapados entre los propios dilemas y la
estructura matriarcal generada desde el temor y el control. Si bien el hombre
conserva su papel dominante en la República de Gilead, una teocracia radical instaurada en los Estados Unidos tras el asesinato del presidente, son las mujeres quienes
se dominan entre sí, sometidas a la inercia paralizante de la sociedad patriarcal anterior.
El cuento de la criada viene a ser como esa América retrograda de mitad del siglo pasado que algunos quieren
arrancar y que, como la mala hierba, siempre vuelve a crecer.
"En este momento me siento desgarrada, exhausta. Me
duelen los pechos, incluso me gotean; no es verdadera leche, a algunas nos
ocurre. Nos sentamos en nuestros bancos, frente a frente, mientras nos
trasportan; nos hemos quedado sin emoción, casi sin sensaciones, debemos de ser
como fardos de tela roja. Nos duele todo. En nuestros regazos llevamos un
espectro, un bebé fantasma. Ahora que el nerviosismo ha pasado, debemos hacer
frente al fracaso. Mamá, pienso. Estés donde estés, ¿puedes oírme? Querías una
cultura de mujeres. Bien, aquí la tienes. No es lo que pretendías
pero existe. Tienes algo que agradecer".
pero existe. Tienes algo que agradecer".
Margaret Atwood, El cuento de la criada