miércoles, 17 de enero de 2018

En lo más crudo del crudo invierno

Después de mucho pensarlo, he llegado a la siguiente conclusión: mi gran problema con las novelas policíacas, detectivescas o, con más amplitud, criminales, es que siempre acaban produciéndome la sensación de que el autor está intentando demostrarme algo. Siendo honestos, el estilo, o la ausencia de él, tampoco invitan al optimismo. La ciudad blanca (Den vita staden, 2015; Anagrama, 2017) de la escritora sueca Karolina Ramqvist se presenta ante el lector español como una novela adscrita al género negro. Sin embargo, conociendo el nombre de su editor, Jorge Herralde, el bibliófilo perspicaz sabe de antemano que la novela de Ramqvist promete, como mínimo, un disfrute muy distinto al habitual en estos casos. Desde este punto de vista, La ciudad blanca cumple dichas expectativas, erigiéndose en una de las más singulares rarezas que haya dado la novela negra reciente: uno de esos accidentes que, como La granja (The Farm, 2014; Salamandra, 2016) de Tom Rob Smith, demuestran que la maquinaria criminal perfectamente engrasada y autosuficiente no es como la pintan y que, de vez en cuando, tiene fisuras de las cuales brota alguna que otra maravilla. La ciudad blancaque primero confunde, luego inquieta y finalmente acaba noqueando, demuestra con creces que no tiene nada que ver con el thriller de intriga al uso gracias, sobre todo, a una puesta en escena que parece hecha con la sana intensión de demoler las convenciones del género. Si tuviera que buscar un símil cinematográfico para definir La ciudad blanca sería sin duda Carretera perdida (Lost Highway, 1997) de David Lynchcuya historia adquiría, mediante un detalle del decorado o un aparentemente caprichoso ángulo de cámara, una tonalidad y un sentido diferentes al previsible. Hay en la novela de Ramqvist una constante tensión narrativa que busca situarla en un nivel irreal, más psíquico que físico, a tono con el conflicto psicológico de la protagonista, Karin, una mujer joven que tiene que hacer frente a la inesperada muerte de su amante, John. Sin embargo, ésta no va a ser la única de sus preocupaciones, acorralada por las deudas, el sustento de una hija de pocos meses y el crudo invierno que tiene por delante. Detrás de cada rostro de mujer golpeado hay una historia, y esto es lo que explora Ramqvist en La ciudad blanca, una de esas obras atípicas e inesperadas, a contracorriente de las modas imperantes y que, precisamente por ello, tiene muchas posibilidades de pasar desapercibida entre el agobiante aluvión de novedades. Apunten este nombre porque va a sonar mucho en los próximos años: Karolina Ramqvist.




"Si uno piensa que las cosas van a arreglarse, ¿se arreglan de verdad? ¿O hay que pensar que las cosas van a ir fatal, como si fuera un conjuro? [...] El miedo no es un conjuro que funcione, sino un malestar nacido del cálculo del riesgo. No es verdad que aquello que más nos preocupa no vaya a suceder. Al contrario: es muy probable que suceda".

Karolina Ramqvist, La ciudad blanca