lunes, 12 de octubre de 2020

Blanco, amarillo, limpio

Es inaudita la cantidad de metáforas demoledoras que Leonard Michaels vierte sobre la institución matrimonial en su novela debut que permanecía inédita en nuestro país, El club (The Men’s Club, 1981,1993; Malas tierras, 2020). Ambrose Bierce dijo una ocasión acerca de la gratitud que se trataba del “sentimiento que se encuentra a medio camino entre un favor recibido y un favor esperado”. Que nadie espere una palabra de gratitud en las historias que un grupo de hombres, de clase media alta, heterosexuales, con estudios, urbanitas —un psicoanalista, un abogado, un médico, un ex jugador de baloncesto, un contable, un profesor universitario— se cuentan unos a otros sobre sus respectivos matrimonios durante una larga noche que termina en una batalla campal. Es imposible hablar de uno de los procedimientos clásicos de la literatura universal —la recopilación de historias enlazadas por una idea central— sin citar a Chaucer y sus Cuentos de Canterbury*, pero Chaucer no llegó tan lejos como lo hace Michaels en El club, donde plasma en una colección de sketches** la ironía de la vida sexual y la infidelidad conyugal estadounidenses, aunque vale para cualquier país del planeta. Uno de los hombres del club, Cavanaugh, está obsesionado con follar con cuantas mujeres mejor, pero siempre vuelve a casa después de hacerlo: “No veo el momento de llegar. La cena está lista, los niños están bañados y esperándome. Hay un jarrón de margaritas en el centro de la mesa. Hay leche para los niños. Como si nada hubiera pasado. Eso es, así es y así tendría que ser. Blanco, amarillo, limpio. Hasta el gato parece feliz”. Pero esto no es más que un espejismo, como se encarga de recordarle, cuando se lleva el tenedor a la boca, “una bocanada de coño porque hace veinte minutos estaba follando como loco calle abajo. Me he restregado bien, pero ahí está”. En El club, Michaels demuestra poseer un don especial para señalar el momento exacto en el que un matrimonio —la historia de su matrimonio la contó en su segunda novela Sylvia (Sylvia, 1990; Libros del Asteroide, 2017)— se quiebra como una rama seca y cualquier deseo o esperanza se transforma en un sanguinolento amasijo de culpa, vergüenza, violencia y pérdida. La visión que Michaels da de estos hombres confundidos, desesperados o frustrados, que se preguntan constantemente “¿cómo debo sentirme?” tiene algo de Apocalipsis, de pérdida objetiva de privilegios como resultado de una nueva visión feminista. Un libro tan actual hoy como hace cuarenta años.




“Volví a pensar en las mujeres. Ira, identidad, política, derechos, injusticias. Las envidiaba. Parecía interesante formar parte de un colectivo en desventaja de nuestra sociedad. Las desventajas te dan algo por lo que luchar, te hacen moralmente superior, te dan seguridad. ¿Qué nos quedaba a los hombres hoy día? Ya lo tenían todo”.


Leonard Michaels, El club 



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(*) Uno de los hombres del club se apellida Canterbury.

(**) La novela fue llevada al cine en 1986 por Peter Medak, con el mimo título (en España se rebautizó como Secretos indiscretos) y con guión del propio Michaels.