domingo, 17 de mayo de 2020

Vivimos a medias

Dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince en sus diarios, publicados recientemente en España con el título Lo que fue presente (Alfaguara, 2020), que: “He perdido el gusto de escribir en mis cuadernos. Ante todo por la dificultad de ser como antes: franco, sincero, abierto (por lo cerrado y privado del cuaderno). [...] Tal vez crecer es dejar de confiar”. El lector haría bien en no tomárselo al pie de la letra. En todo caso, no debería hacerle caso. Lo que fue presente es un libro franco, sincero, abierto a las confidencias más dolorosas, que nos ayuda no sólo a conocer mejor la trayectoria literaria del autor de El olvido que seremos —el libro de Faciolince que mejor vaya a aguantar el paso del tiempo: “Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme y este mismo libro no es más que una carta a una sombra”—, sino también a conocerle de primera mano, de tú a tú, personalmente; cara a cara. Su voz resulta íntima, como si nos hablase al oído. Así nos enteramos de que: “Cuando no escribo me inundo de pesadillas. Estas desaparecen cuando escribo”. O que: “A mí solamente me entusiasma lo que está empezando. Me entusiasman los principios. Un amor, una novela, un libro”. Y todavía una más sucinta: “Busco consuelo en la literatura, como todos, como muchos”. En Lo que fue presente, Abad Faciolince se alía con Flaubert para crear la imagen del escritor como una anomalía: sufre y hace sufrir. Pero, sobre todo, es incapaz de conectar con las Albertinas de su vida: “El sábado pasado terminé mi relación con Eugenia. Duró casi dos años y creo que —aunque quemé tanto de mi vida pasada, aunque sacrifiqué tanto— valió la pena. Y si no hubiera valido la pena tampoco se podría hacer nada ya, o sea que es mejor pensar que sí valió la pena. [...] Era paradójico que en el acto amoroso de leerle En busca del tiempo perdido yo me iba desenamorando. Eugenia lo tomó horrible, con alaridos de furia y dolor, con golpes y patadas salvajes, con un descontrol casi total. El terrible final de un amor muy apasionado”. Lo que fue presente es muchas cosas a la vez y todas adictivas: un diario íntimo, un libro de pensamientos y reflexiones, un cuaderno de lecturas, un compendio de citas inspiradoras, un recuento de uno mismo y, en cierto modo, también un künstlerroman pero al revés —la idea la he tomado de La parte recordada de Rodrigo Fresán—: la historia de un escritor que, habiendo alcanzado una especie de felicidad tranquila, una “serenidad por haber hecho lo que tenía que hacer”, y ya sin nada más que escribir, comenzase a replegarse sobre sí mismo. Faciolince nos regala una enorme lección de vida.




“Somos muchos, demasiados, los que en este siglo ejercemos esta profesión masturbatoria de escribir, casi para nosotros mismos, en un cuaderno privado. Luego, lo escrito es tan solo una botella de náufrago con un mensaje que no llegará nunca a ningún lado. Que no es un mensaje de auxilio, sin embargo, no es una señal, sino más bien una huella, el testimonio de algo simple y único: que vivimos (a medias, no como Neruda, que se creía tan completo en todo). 

 Héctor Abad Faciolince, Lo que fue presente