En el no demasiado esperanzador panorama
al que se enfrenta el lector actual hay dos tipos de alegrías o momentos de inadvertida felicidad,
la que proporcionan las obras novedosas o la que reportan los grandes clásicos hasta
ahora inéditos en castellano. A este último apartado pertenece Devastación
(Hærværk, 1930; Errata naturae, 2018) del escritor
escandinavo Tom Kristensen, cuya reciente edición española —traducida
directamente del danés por Blanca Ortiz Ostalé— llega 88 años tarde, mientras que en Dinamarca y Estados Unidos sus lectores se cuentan por miles. Le ha costado lo suyo pero aquí
está, liquidando de paso uno de tantos mitos bien extendidos, el que dice que los clásicos son
aburridos porque tratan de temas lejanos o ajenos a nuestra realidad. Conviene
precisar que por una vez el título se corresponde bastante con el libro. Devastación
es una obra devastadoramente realista sobre el descenso a los
infiernos del alcohol y, sobre todo —y esto es mucho más importante
de lo que parece en un principio—, el poder que tiene sobre nosotros la
ausencia de las personas que nos aman a pesar de que no siempre merecemos ese amor. Uno de los primeros en leer el libro fue
el premio Nobel de Literatura noruego Knut Hamsun, quien después de leerlo le
escribió a Kristensen de manera contundente: “Nunca antes he estado tan preocupado
con un libro en mi vida”. De igual parecer es Arvid, el protagonista de Yo
maldigo el río del tiempo (Jeg forbanner tidens elv,
2008; Literatura Random House, 2011) de Per Petterson, y
así nos lo hace saber cuando descubre en el escaparte de una librería de
Copenhague una edición de bolsillo de Devastación:
“Aquel libro me había asustado tanto cuando lo leí por primera vez que me
prometí a mí mismo y al dios que no existía que nunca empezaría a beber”. La
radiografía somera sobre Devastación presenta un
argumento de sobra conocido, pero no por eso menos real. Ole Jastrau,
alter ego de Kristensen, es un crítico literario de treinta y tantos
años, casado y con un hijo de corta edad, cuya adicción al alcohol termina
destruyéndolo física y moralmente y lo convierte en un hombre desprovisto de
voluntad. Devastación muestra con mayor atonalidad que Bajo
el volcán de Malcolm Lowry las fuerzas existentes en el
interior del hombre que le empujan a huir de sí mismo, de su propio vacío, para
refugiarse en paraísos artificiales como el alcohol y el sexo. Al igual que
Geoffrey Firmin, el ex cónsul británico entregado a la bebida de Lowry, Jastrau
y el alcohol se estaban esperando. Y nosotros no podemos estar más felices —tal
vez con una punzada de amargura— de que se encuentren. Una novela excelente. La mejor de este autor que,
parafraseando a Melville, utilizó el alcohol “como sustitutivo de la pistola y
la bala”.
“Son tantas las cosas que pueden hacerse añicos en torno a un
hombre que, al final, lo encuentra hasta cómico”.
Tom Kristensen, Devastación