Hay quien afirma, y con razón, que Nueva York es una ventana sin cortinas (New York è una
finestra senza tende, 2010; Navona, 2018) de Paolo Cognetti
es el libro de viajes que más nos acerca a una urbe tan esquiva y poliédrica, es decir, con muchas caras, como la ciudad de los rascacielos. El hecho de que Cognetti —que tiene otro
libro sobre Nueva York titulado Tutte le mie preghiere guardano verso ovest [Todas
mis oraciones miran hacia el oeste], publicado en Italia
en 2014, pero inédito en España—, plantee su libro como una guía personal,
fruto de varios viajes en el curso de cinco años, de lecturas y de breves
encuentros con escritores atrapados en una forma de exilio urbano (Donald
Antrim, Nathan Englander, Adam Haslett, A.M. Homes, Shelley Jackson, Jonathan
Lethem, Rick Moody, Gary Shteyngart y Colon Whitehead), deja patente el
titánico reto que supuso cotejar toda esa información con sus propias vivencias
de la ciudad que nunca duerme. Ya en el principio, el autor milanés no
tiene raparos para decir que “la jerarquía de los lugares de Nueva York es una
cuestión muy personal. Al escuchar la historia de mi primer viaje, a algún
amigo le pareció imposible que no hubiera encontrado el tiempo para visitar el
MOMA o el Museo Metropolitan. Ni siquiera he estado en la Estatua de la
Libertad. Cada cual tiene su lista de postales que llevarse a casa: los
rascacielos de Midtown y los escaparates de la Quinta avenida, los estanques de
Central Park, la música de Greenwich Village, las galerias de arte y locales
nocturnos de Chelsa y del Soho. Lo que yo buscaba lo encontré en una pequeña
zona de Nueva York —las orillas de Manhattan y de Brooklyn asomadas al río
East—, y este es el trozo de ciudad que he tratado de contar”. Nueva York es
una ventana sin cortinas no es una guía al uso, porque Nueva York
tampoco es una ciudad al uso: “Esta ciudad es un lugar físico y otro mental, y
para recordármelo, a veces, en lugar de Nueva York he utilizado el otro nombre.
La ciudad de los escritores y de las historias. Gotham”.
Lo que el lector tiene entre sus manos no es sólo una guía de viaje sino
también una guía de lectura, o, mejor dicho, de lectura de lecturas. El lector
perspicaz no tendrá problemas para reconocer las referencias a Herman Melville,
Allen Ginsberg, J.D. Salinger o Paul Auster, que encabezan los capítulos:
Llamadme Ismael (Brooklyn Hights), Kaddish por un
sueño (Lower East Side), ¿Dónde van los patos de
Central Park en invierno? (Midtown), El lado equivocado del
puente (Park Slope). Nueva York es una ventana sin cortinas quizá no tenga la exquisitez de
sus salidas al campo —busquen sin dudar El muchacho salvaje
(l ragazzo selvatico. Quaderno di montagna, 2013;
Minúscula, 2017) y Las ocho montañas (Le otto
montagne, 2017; Literatura Random House, 2018)—, pero es
una lectura obligada para los entusiastas de Gotham y/o cualquier interesado en
la compleja naturaleza de los lugares habitados y, sobre todo, visitados y
relatados en los libros.
“Los rascacielos de Manhattan no parecían más que los
bastidores de cartón de todas aquellas vidas. Agarrado al asidero del tren he
visto una ciudad que no sabía nada de mí, de las fuerzas que me habían llevado
hasta allí, de adónde estaba yendo. Aquello que he visto ha durado lo que un
pensamiento, ya luego nos hemos precipitado hacia Coney Island”.
Paolo Cognetti, Nueva York es una
ventana sin cortinas