Hay novelas históricas que pueden escribirse y novelas históricas que
tienen que escribirse. Las de Bernard Cornwell pertenecen al segundo grupo: no
me imagino un mundo donde la saga del fusilero Richard Sharpe y, sobre todo, mi
favorita, la dedicada a las leyendas artúricas —El rey del invierno (The Winter King, 1995; Edhasa, 2008 [2015]), El enemigo de Dios (Enemy of God, 1996; Edhasa, 2009 [2015]) y Excalibur (Excalibur: A Novel of Arthur, 1997; Edhasa, 2010 [2015])—, por las que se
ha hecho famoso, no existan. Necios y mortales
(Fools and Mortals, 2017; Pàmies, 2018) es
la novela número 55 de Cornwell —seguir la trayectoria del novelista inglés no
es tarea fácil— y la contundente confirmación de que estamos ante un
narrador puro, con un alto sentido de la épica de la vida, del riesgo y la
aventura, y por si fuera poco, no hay personaje histórico que se le resista. Necios
y mortales tiene como protagonista a
Richard Shakespeare, hermano del autor de El sueño de una noche de verano, con quien mantuvo una relación llena de altibajos. Se
sabe poco sobre Richard (1574-1613), el séptimo de los hermanos
Shakespeare. No hay registros de su vida, pero se cree que vivió en
Stratford-upon-Avon ayudando a su padre en el negocio de los guantes de cuero. Sin
embargo, su hermano Edmund (1581-1607) siguió a William a Londres y trabajó
como actor. En Necios y mortales, Richard, diez años menor que William, está harto de que su famoso
hermano le asigne siempre los personajes femeninos de sus obras teatrales —ya
que en Inglaterra las mujeres tenían prohibido actuar en los teatros hasta
mediados del siglo XVII—, y ambiciona desempeñar los roles masculinos más
importantes, en aquel tiempo en manos de Richard Burbage, el principal actor trágico,
y Will Kemp, especializado en papeles cómicos. Pero William parece deleitarse
en humillar a Richard, que hace lo que puede para ganarse los favores del público
ávido y numeroso del Londres
isabelino: “Yo le caía bien al público. Lo sabía. Aún lo sé. Incluso cuando hacía
de villana me aclamaban. Siempre hay un puñado de ordinarios que gritan
pidiendo que les enseñe las tetas, pero el resto suele hacerlos callar al
instante”. Al igual que sus libros anteriores, Necios y mortales está bien documentado y luce una
carpintería de lo más sólida. Si
buscan una narración convencional como la de Shakespeare in Love, olvídense, pues la novela de Cornwell posee
la complejidad, el misterio y la ambigüedad de las mejores obras del celebérrimo dramaturgo inglés, hoy "culturamente promiscuo", según Paul Edmonson. Y no le falta razón.
“¿Qué tiene el teatro para convertir a hombres y mujeres en
cachorrillos temblorosos? Todo lo que hacemos es fingir. Contamos historias. Y,
sin embargo, después de la representación, el público merodea a las puertas de
los vestuarios esperando para vernos, esperando para poder hablar con nosotros
como si fuéramos santos cuyas manos pudieran curar cualquier dolencia. Pero ¿qué
dolencia? ¿El tedio? ¿El aburrimiento? [...] Somos actores. Fingimos y,
fingiendo, persuadimos. Si un hombre me preguntara si le había robado la bolsa,
yo sería capaz de dedicarle una mirada de asombrada inocencia cuya respuesta
sabría antes incluso de responder, mientras que, todo el tiempo, su bolsa habría
estado oculta en mi jubón”.
Bernard Cornwell, Necios y mortales