jueves, 22 de marzo de 2018

Lo que hay que tener

El misterio de por qué unos libros se publican y otros son rechazados de plano es siempre irresoluble. Quizás el caso más llamativo es el del editor londinense Arthur C. Fifield que rechazó la primera novela experimental importante de Gertrude Stein, The Making of Americans —hay edición española con el título Ser americanos, publicada por Ediciones JC en 2005—, imitando el estilo de la novelista: “Soy sólo uno, sólo uno, sólo uno. Sólo un ser, uno al mismo tiempo. No dos, no tres, sólo uno. Sólo una vida por vivir, sólo 60 minutos en una hora. Sólo un par de ojos. Sólo uno cerebro. Sólo un ser. Siendo sólo uno, teniendo sólo un par de ojos, teniendo sólo un tiempo, teniendo sólo una vida, no puedo leer su manuscrito dos o tres veces. Ni siquiera una sola vez. Sólo un vistazo, sólo un vistazo es suficiente. Difícilmente una copia sería vendida aquí. Difícilmente una. Difícilmente una. Muchas gracias, devuelvo el manuscrito por medio de un correo certificado. Sólo un manuscrito. Por un solo correo”. Igualmente significativo resulta el rechazo de André Gide a Marcel Proust, quien tuvo que pagar de su propio bolsillo la publicación del primer volumen de En busca del tiempo perdido: “No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de dormirse”. No menos célebre es el rechazo de Santuario de William Faulkner, cuyo editor prefirió perder el dinero que había anticipado como derechos de autor antes que publicar su propia sentencia de muerte: “¡Santo cielo! No puedo publicar este libro. Terminaríamos los dos en la cárcel”. Menos conocidos son los casos que recoge Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor (Poczta literacka, czyli jak zostać (lub nie zostać) pisarzem, 2000; Nórdica Libros, 2018), y que llevan la firma de la premio Nobel de Literatura Wisława Szymborska. En los años sesenta del pasado siglo, la poetisa polaca, que recibió el galardón de la Academia Sueca en 1996, dio respuesta escrita a los que pretendían publicar en la revista Vida Literaria sin tener un talento definido. Algunas de las respuestas no tienen desperdicio y son una rica materia para reflexionar sobre lo que hay que tener para ser escritor. Porque si algo tenía claro Szymborska —al contrario de lo que se inculca en los talleres literarios que surgen por doquier como polillas al anochecer, por no hablar del Curso de escritura para mujeres muy ocupadas de Neus Arqués (Alba, 2018)—, era que: “El talento literario no es un fenómeno de masas”. En Correo literario, Szymborska se muestra más irónica que nunca, con todo su ingenio lírico enfocado sobre el oficio de escribir.




“¿Cómo llegar a ser escritor? La pregunta que nos hace usted es muy delicada. Es como cuando un niño le pregunta a su madre cómo se hacen los niños y la madre le dice que se lo explicará más tarde, que está muy ocupada, y el niño empieza a insistir: ‘Entonces explícame, aunque sólo sea cómo se hace la cabeza...’ A ver, intentemos también nosotros explicar, al menos, la cabeza: pues bien, hay que tener algo de talento”.

Wisława Szymborska, Correo literario