Dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince en sus diarios, publicados recientemente en España con el título Lo que fue presente (Alfaguara, 2020), que: “He perdido el gusto
de escribir en mis cuadernos. Ante todo por la dificultad de ser como antes:
franco, sincero, abierto (por lo cerrado y privado del cuaderno). [...] Tal vez
crecer es dejar de confiar”. El lector haría bien en no tomárselo al pie de la
letra. En todo caso, no debería hacerle caso. Lo que fue presente es un libro
franco, sincero, abierto a las confidencias más dolorosas, que nos ayuda no
sólo a conocer mejor la trayectoria literaria del autor de El olvido que
seremos —el libro de
Faciolince que mejor vaya a aguantar el paso del tiempo: “Es una de las
paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito
para alguien que no puede leerme y este mismo libro no es más que una carta a
una sombra”—, sino también a conocerle de primera mano, de tú a tú,
personalmente; cara a cara. Su voz resulta íntima, como si nos hablase al oído.
Así nos enteramos de que: “Cuando no escribo me inundo de pesadillas. Estas
desaparecen cuando escribo”. O que: “A mí solamente me entusiasma lo que está
empezando. Me entusiasman los principios. Un amor, una novela, un libro”. Y
todavía una más sucinta: “Busco consuelo en la literatura, como todos, como
muchos”. En Lo que fue presente, Abad Faciolince se alía con Flaubert para
crear la imagen del escritor como una anomalía: sufre y hace sufrir. Pero,
sobre todo, es incapaz de conectar con las Albertinas de su vida: “El sábado
pasado terminé mi relación con Eugenia. Duró casi dos años y creo que —aunque
quemé tanto de mi vida pasada, aunque sacrifiqué tanto— valió la pena. Y si no
hubiera valido la pena tampoco se podría hacer nada ya, o sea que es mejor
pensar que sí valió la pena. [...] Era paradójico que en el acto amoroso de
leerle En busca del tiempo perdido yo me iba desenamorando. Eugenia lo tomó horrible, con alaridos de
furia y dolor, con golpes y patadas salvajes, con un descontrol casi total. El
terrible final de un amor muy apasionado”. Lo que fue presente es muchas cosas
a la vez y todas adictivas: un diario íntimo, un libro de pensamientos y
reflexiones, un cuaderno de lecturas, un compendio de citas inspiradoras, un
recuento de uno mismo y, en cierto modo, también un künstlerroman pero al revés —la idea la he tomado de La parte
recordada de Rodrigo Fresán—: la historia de un escritor que, habiendo
alcanzado una especie de felicidad tranquila, una “serenidad por haber hecho lo
que tenía que hacer”, y ya sin nada más que escribir, comenzase a replegarse
sobre sí mismo. Faciolince nos regala una enorme lección de vida.
“Somos muchos, demasiados, los que en este siglo
ejercemos esta profesión masturbatoria de escribir, casi para nosotros mismos,
en un cuaderno privado. Luego, lo escrito es tan solo una botella de náufrago
con un mensaje que no llegará nunca a ningún lado. Que no es un mensaje de
auxilio, sin embargo, no es una señal, sino más bien una huella, el testimonio
de algo simple y único: que vivimos (a medias, no como Neruda, que se creía tan
completo en todo).
Héctor
Abad Faciolince, Lo que fue presente