martes, 1 de enero de 2019

Bienvenidos al Norte

Hay muy pocos libros como 60 grados norte (Sixty Degrees North, 2015; Volcano, 2018), de Malachy Tallack, que sean capaces de llevarte de viaje a través de los países que atraviesa el paralelo 60 por tan poco (20€); esto no hay compañía low cost que lo supere: Noruega, Suecia, Finlandia, San Petersburgo, Siberia, Alaska, Canadá y Groenlandia. Supe de la existencia de este autor escocés por un libro anterior que había leído de él, Islas des-conocidas (The Un-Discovered Islands, 2016; Planeta, 2017), en el que realizaba un recorrido por todas esas islas fantasmas que han desaparecido de los mapas modernos —la isla Podestá, la isla de Maida, la isla Dougherty—, y en donde hacía dos fugaces menciones a las Islas Canarias. La primera relacionada con el nombre que recibía el archipiélago canario en los mapas medievales: Insula Fortunata (Islas afortunadas). La segunda referida a la isla de San Brandán —conocida también como San Borondón— que aparece y desaparece a su antojo desde hace varios siglos al noroeste de la isla de El Hierro, la más meridional de las Islas Canarias. En 60 grados norte, Tallack sale una mañana de su casa en las islas Shetland en el extremo septentrional del mar del Norte para encontrar el camino a casa. Aunque parezca una paradoja, no lo es. El autor lo explica así: “Comencé a escribir este libro cuando vivía en la isla de Fair. Mi obsesión con el paralelo y la idea de recorrerlo jamás me abandonaron, y en aquella isla me di cuenta de que por fin podría conseguirlo. [...] Lo que determinó que el viaje me pareciera factible fue que por primera vez reconocí, con alegría, cuál sería el destino final. El objetivo de dar la vuelta al paralelo era volver a las Shetland. Ahora podía partir porque deseaba regresar”. El detonante de su deseo —o necesidad— de partir de su hogar para volver de nuevo a él fue una tragedia familiar ocurrida cuando acababa de cumplir diecisiete años. Su padre se mató en un accidente de tráfico de camino al hospital donde iba a visitar a su abuela, dejándole una sensación de confusión abrumadora: “Hay ciertos momentos de la vida de los que tenemos un recuerdo particular. Los revivimos y los revivimos, y los revivimos sin parar, como si eso hiciera que la historia tuviera un final distinto. Pero es algo que jamás ocurre. El final de la historia siempre es el mismo”. Si algo hace memorable el personaje de Tallack —el adolescente y el escritor en el que se convertiría más adelante— es su manera de aprehender y ordenar el caos interior que le dejó la muerte de su padre, y que de alguna manera influyó en su manera idiosincrática de ver el mundo, en especial el Norte. Todo un material delicado, emotivo, sensible. Y, al menos para quien esto escribe, sin duda, el libro de viajes a superar de este 2019 que acaba de comenzar.




“Toda búsqueda geográfica comienza en el único punto del que podemos estar seguros. Comienza en el interior. Y de ese interior surge una única pregunta: ¿Dónde estoy? [...] Los orígenes de este interrogante —¿dónde estoy?— no son tan filosóficos ni de una exactitud científica, sino de índole práctica. Dónde estamos sólo tiene sentido si nos referimos a dónde hemos estado y dónde queremos estar”.    

Malachy Tallack, 60 grados norte