Hay muy pocos libros como 60 grados norte (Sixty Degrees North, 2015; Volcano, 2018), de Malachy Tallack, que sean capaces
de llevarte de viaje a través de los países que atraviesa el paralelo 60 por
tan poco (20€); esto no hay compañía low cost que lo supere: Noruega, Suecia, Finlandia, San
Petersburgo, Siberia, Alaska, Canadá y Groenlandia. Supe de la existencia de
este autor escocés por un libro anterior que había leído de él, Islas des-conocidas (The
Un-Discovered Islands, 2016;
Planeta, 2017), en el que realizaba un recorrido por todas esas islas fantasmas
que han desaparecido de los mapas modernos —la isla Podestá, la isla de Maida, la isla Dougherty—, y
en donde hacía dos fugaces menciones a las Islas Canarias. La primera relacionada
con el nombre que recibía el archipiélago canario en los mapas medievales: Insula
Fortunata (Islas
afortunadas). La segunda referida a la isla de San Brandán —conocida también
como San Borondón— que aparece y desaparece a su antojo desde hace varios siglos
al noroeste de la isla de El Hierro, la más meridional de las Islas Canarias. En
60 grados norte, Tallack
sale una mañana de su casa en las islas Shetland en el extremo septentrional
del mar del Norte para encontrar el camino a casa. Aunque parezca una paradoja,
no lo es. El autor lo explica así: “Comencé a escribir este libro cuando vivía
en la isla de Fair. Mi obsesión con el paralelo y la idea de recorrerlo jamás
me abandonaron, y en aquella isla me di cuenta de que por fin podría
conseguirlo. [...] Lo que determinó que el viaje me pareciera factible fue que
por primera vez reconocí, con alegría, cuál sería el destino final. El objetivo
de dar la vuelta al paralelo era volver a las Shetland. Ahora podía partir
porque deseaba regresar”. El detonante de su deseo —o necesidad— de partir de
su hogar para volver de nuevo a él fue una tragedia familiar ocurrida cuando
acababa de cumplir diecisiete años. Su padre se mató en un accidente de tráfico
de camino al hospital donde iba a visitar a su abuela, dejándole una sensación
de confusión abrumadora: “Hay ciertos momentos de la vida de los que tenemos un
recuerdo particular. Los revivimos y los revivimos, y los revivimos sin parar,
como si eso hiciera que la historia tuviera un final distinto. Pero es algo que
jamás ocurre. El final de la historia siempre es el mismo”. Si algo hace
memorable el personaje de Tallack —el adolescente y el escritor en el que se
convertiría más adelante— es su manera de aprehender y ordenar el caos interior que le dejó
la muerte de su padre, y que de alguna manera influyó en su manera
idiosincrática de ver el mundo, en especial el Norte. Todo un material delicado,
emotivo, sensible. Y, al menos para quien esto escribe, sin duda, el libro de
viajes a superar de este 2019 que acaba de comenzar.
“Toda búsqueda geográfica comienza en el único punto
del que podemos estar seguros. Comienza en el interior. Y de ese interior surge
una única pregunta: ¿Dónde estoy? [...] Los orígenes de este interrogante
—¿dónde estoy?— no son tan filosóficos ni de una exactitud científica, sino de
índole práctica. Dónde estamos sólo tiene sentido si nos referimos a dónde
hemos estado y dónde queremos estar”.
Malachy Tallack, 60 grados norte