Si hablamos
de educación sentimental, ¿quién no la tiene?, ¿quién no la ha tenido? Sin
embargo, los italianos son quienes mejor han sabido representarla en el cine.
Ejemplos hay muchos: El empleo de Ermanno Olmi, Mamma Roma de Pier Paolo Pasolini, La luna de Bernardo Bertolucci, Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore, Call Me by Your
Name de
Luca Guadagnino. Pero si hay una
secuencia que destaca por encima del resto que componen de forma larvada el
erotismo de nuestra pubertad cinematográfica —para los nacidos antes de 1985— es
la famosa secuencia de la estanquera de Amarcord, de Federico Fellini, en la que la actriz Maria
Antonietta Beluzzi hunde la cara del joven Bruno Zanin en sus enormes pechos y la aprieta fuertemente contra ellos.
Viene todo esto a cuento de la última novela de Marco Missiroli, Actos obscenos en lugar privado (Atti
osceni in luogo privato, 2015; Salamandra, 2018), una especie de Amarcord existencialista y masturbatorio donde el
descubrimiento del sexo va de la mano con el de la literatura. En esta novela, Missiroli repasa la vida de Libero Marsell, un joven italo-francés
que reparte
su tiempo entre París y Milán, las mujeres y las diferentes técnicas de
masturbación por un lado, y la lectura de Albert Camus, Dino Buzzati,
Marguerite Duras y Somerset Maugham por el otro. Libero tiene doce años cuando sucede algo que
marcará para siempre su vida: sorprende a su madre con el mejor amigo de la
familia, lo que lejos de consternarle le produce una hinchazón en los
pantalones: “Aquel día, por primera vez en mi vida, me acaricié y supe intuir
el movimiento que me llevaría a la liberación. Arriba y abajo con constancia.
El engaño de mamá, el éxtasis de Emmanuel... mis celos. Me apliqué con la mano
una última vez, la decisiva, y entonces supe cómo funcionaba el mundo y cómo
acabaría funcionando mi vida”. Actos obscenos en lugar privado resume a la perfección en su título aquello
que cabe esperar de su lectura. Un viaje experiencial y sentimental —con pasajes
de una franqueza pasmosa que traen a la memoria las palabras de Tom Spanbauer
en El hombre que se enamoró de la luna: “Un hombre es como sea su polla. La mujer no tiene
nada comparable a eso... ninguna parte de su cuerpo tiene esa importancia
sagrada ni le ocupa tanto tiempo. Lo que más se aproxima sería el cabello, y no
se aproxima nada”— en el que el autor llama a las cosas por su nombre. Actos
obscenos en lugar privado más
que un fresco histórico del final de una época de agitaciones sociales y
revolución sexual, que en realidad corresponde con la eclosión y celebración de
la juventud, ese pájaro que ya no volverá, se convierte en un bildungsroman genuino que fluye, respira, bulle, palpita, pero,
sobre todo, escapa al reduccionismo de las categorías.
“Lo obsceno es el tumulto privado que
todos poseemos, pero sólo las personas libres lo viven. Se llama existir, y a
veces se convierte en sentimiento”.
Marco Missiroli, Actos obscenos en
lugar privado