viernes, 28 de abril de 2017

¿Por qué Proust?

Durante mucho tiempo me acosté con Proust hasta la una o las dos de la madrugada, a veces hasta la mañana siguiente. Si un blog puede permitirse una dedicatoria, éste está dedicado al autor de En busca del tiempo perdido —que tiene uno de los comienzos más famosos de la historia de la literatura: "Durante mucho tiempo me acosté temprano"—,  y al resto de novelistas, cuentistas, poetas y ensayistas que han tenido una importancia, un peso en lo personal en mi vida. Toda mi educación, gracias a los libros,  ha consistido en cuestionarlo todo, en no dar nada por hecho, y mucho menos "la verdad". El escritor argentino Alberto Manguel lo dice en alguna parte: "No me gusta la palabra ‘verdad’. Esa palabra implicaría que nuestro saber sobre algo es la respuesta definitiva". Yo, como Manguel, no tengo respuestas definitivas. Seguramente los libros tampoco. Pero basta con escoger un libro y levantarle las tapas para descubrirle las cosquillas y admirar también sus articulaciones y huesos, mientras descansa en nuestro regazo como un niño. No hay más verdad que la que se siente.



“[…] para dar a conocer la verdad no es necesario decirla, y quizá podamos captarla con mayor certidumbre, sin necesidad de esperar a las palabras y sin siquiera tenerlas mínimamente en cuenta, en mil señales externas e incluso en determinados fenómenos invisibles que son, en el mundo de los caracteres, lo mismo que los cambios atmosféricos en la naturaleza física. Quizá podría haberlo sospechado, pues yo mismo, a la sazón, solía decir a menudo cosas totalmente ajenas a la verdad, mientras la daba a conocer mediante tantísimas confidencias involuntarias 
de mi cuerpo y de mis actos”.

Marcel Proust, La parte de Guermantes