domingo, 25 de abril de 2021

El año en que me enamoré de Pia Pera

Que un libro como Aún no se lo he dicho a mi jardín (Al giardino ancora non l'ho detto, 2016; Errata naturae, 2021) de la escritora italiana Pia Pera exista es fruto del amor. Amor incondicional por el cuidado del jardín como forma de vida, un sentimiento compartido con otros autores como Marco Martella* (Un mundo pequeño, un mundo perfecto), Masanobu Fukuoka (La revolución de una brizna de paja), Vita Sackville-West (Mis flores), Penelope Lively (Vida en el jardín), Jerzy Kosinski (Desde el jardín), o cineastas como Derek Jarman, quien después de que le diagnosticaran que era portador del virus del VIH en 1986 se mudó  a una cabaña de pescadores en la costa de Kent, donde pasó los últimos años de su vida cuidando del jardín delantero: “Nunca tendría que haber hecho cine, es una idiotez. Lo que quiero es ocuparme del jardín. El jardín es el lugar ideal para morir; tiene magia, la magia de la sorpresa; es un tratamiento, una farmacopea”. Al igual que Jarman, Pia Pera se retiró a cuidar de su jardín cuando le diagnosticaron que padecía esclerosis lateral amiotrófica. En un rincón privilegiado de la Toscana, entre Pisa y Lucca, en la ladera del Monte Pisano, la autora pasó los últimos cuatro años de su vida** entregada a la más efímera de las artes: la jardinería. Allí nacieron estas memorias, escritas a tumba abierta, que toman el título de un poema de Emily Dickinson: “Aún no se lo he dicho a mi jardín, / por miedo a que se apodere de mí. / Aún no me veo con la fuerza / de confesárselo a la Abeja. / Prefiero no hablarlo por la calle, / evitar la mirada de los escaparates: / ¿cómo tiene la desfachatez de morir / alguien tan tímida, tan ignorante? / No pueden enterarse las colinas / por las que tanto deambulé, / tampoco los amados bosques, / del día en que me iré. / No lo susurraré en la mesa, / ni dejaré caer, como si nada, / que alguien en el Misterio / se adentrará esta mañana”. Si algo distingue Aún no se lo he dicho a mi jardín es la sencillez y la honestidad brutal con que está escrito de la primera a la última línea: “Un día de junio de hace unos años, un hombre que decía quererme observó, en tono de reproche, que cojeaba. No me había dado cuenta. Era una cojera casi imperceptible, apenas una desarmonía al caminar, un mal ritmo. [...] Comprendí que no podía cumplir mi deseo de morir de pie, algo que siempre había considerado mi sacrosanto derecho”. Cuesta mucho resumir un libro que estremece y conforta a partes iguales, como observar un jardín en la quietud de la noche. Aún no se lo he dicho a mi jardín es una obra entre géneros, un cuaderno de notas, un diario sin días ni meses, marcado por las estaciones, por lo que sucede en el jardín —frío, lluvia, plantas que crecen y mueren— y sobre todo en el cuerpo agotado de la escritora, enganchado a un gotero de inmunoglobulinas, y pese a eso maravillada por la desnudez de los tulipanes. 

 



“Éste ha sido el año en que me he enamorado de los tulipanes. Siempre me habían parecido flores frígidas, antinaturales, exentas de fragancia, frías, adulteradas, vistosas, vulgares. [...] Cuánto tiene que avergonzar al tulipán que lo obliguen a exhibirse impúdicamente ante nuestra mirada, como un cuerpo en la mesa del anatomista, y qué despreocupado y libre parece, en cambio, cuando su cabeza escarlata asoma en el mar verde de la hierba, mostrando su indiferencia hacia nosotros, entre esa multitud de plantas que se le asemejan, dichoso y perdido en la multitud”.

 

Pia Pera, Aún no se lo he dicho a mi jardín

 

 

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(*) Bajo los heterónimos de Jorn de Précy y Teodor Cerić, Martella también ha publicado El jardín perdido y Jardines en tiempos de guerra, respectivamente. Hay edición española en la editorial Elba.

(**) Pia Pera murió a los 60 años, el 26 de julio de 2016.