domingo, 2 de mayo de 2021

Yonqui de testosterona

Rara avis allá en el género que queramos asociarle, el filósofo y escritor Paul B. Preciado partió de su propia experiencia como hombre transgénero* para entregar al lector en 2008 un Testo yonqui, o si lo prefieren, un texto de imposible clasificación, a medio camino entre la narración autobiográfica y el ensayo filosófico, que modificó para siempre nuestra concepción de la sexualidad y los códigos normativos de reconocimiento visual, y que ahora reedita Anagrama revisado y corregido. Testo yonqui, título tomado de la novela de William Burroughs, está gobernado por una sensación que el autor del Manifiesto contrasexual y Pornotopía convierte en convicción: “Vivimos en la hipermodernidad punk: ya no se trata de revelar la verdad oculta de la naturaleza, sino que es necesario explicar los procesos culturales, políticos, técnicos a través de los cuales el cuerpo como artefacto adquiere estatuto natural. El oncomouse, ratón de laboratorio diseñado biotecnológicamente para ser portador de un gen cancerígeno, se como a Heiddegger. Buffy, la cazavampiros, se come a Simone de Beauvoir. El dildo, paradigma de todas las prótesis de teleproducción del placer, se come la polla de Rocco Siffredi. No hay nada que desvelar en el sexo ni en la identidad sexual, no hay ningún secreto escondido. La verdad del sexo no es desvelamiento, es sex design”. Preciado, alumno del filósofo francés Jacques Derrida, cuenta cómo siente en su propio cuerpo los efectos de la testosterona que se administró durante ocho meses en dosis de 50 y 100 miligramos por semana, cómo le sube la virilidad farmacológica y sale a recorrer las calles de París a las seis de la mañana después de escribir toda la noche sus reflexiones filosóficas, sus narraciones sobre la administración de hormonas y relatos detallados de encuentros sexuales sola o en compañía del escritor Guillaume Dustan**, cuya muerte en 2005 por intoxicación de medicamentos prescritos para paliar los efectos del sida resultó un duro golpe para Preciado. A lo largo de las páginas de Testo yonqui, Dustan aparece y desaparece como un fantasma: “Han pasado doce días después de tu muerte. […] Tu figura emerge detrás de un arbusto, la misma manera de llevar el pantalón vaquero, el mismo mechón de vello denso y negro que asoma por el cuello de tu camiseta blanca. Tu fantasma excava en mi memoria y saca todo lo que encuentra: me llamas. […] Me dices que soy como cualquier otra lesbiana, haciendo de enfermera política de cualquiera que encuentro. Te digo que no soy lesbiana, que soy trans, que soy un tío, que el hecho de que no tenga una bio-polla de mierda como la tuya no significa que no sea un tío”. Como cualquier ficción que se precie —y ésta lo es, “una ficción autopolítica o una autoteoría” sobre el cuerpo como campo de batalla de todas las luchas—, Testo yonqui es un libro que engancha como la mejor de las adicciones. El propio título ya debería ponernos sobre aviso.

 

 

“No hay ninguna droga tan pura como la testosterona en gel. No tiene olor alguno. Sin embargo, un día después de la administración, mi sudor se hace más ácido y más dulzón. Emana de mí un olor a muñeco de plástico calentado al sol o de licor de manzana olvidado en el fondo de un vaso. Es mi cuerpo el que reacciona a la molécula. La testosterona no tiene sabor. No tiene color. No deja huella. La molécula de testosterona se disuelve en la piel como un fantasma atraviesa un muro. Entra sin llamar. Penetra sin marcar. No es necesario ni fumarla, ni esnifarla, ni inyectarla, ni tan siquiera tragarla. Me basta con acercármela a la piel, y así, por simple vecindad con el cuerpo, desaparece para diluirse en la sangre”.

 

Paul B. Preciado, Testo yonqui

 

 

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(*) Nació en Burgos en 1970 y recibió el nombre de Beatriz Preciado.

(**) Dustan es autor de la novela autobiográfica En mi cuarto (Dans ma chambre, 1996), donde describe sin tabúes ni trabas el infierno de las drogas y el sexo sin freno: “El semen está bueno, también yo tengo ganas de tragarlo, la follada es una verdadera gozada cuando se puede hacer de todo”. Hay edición española en Reservoir Books.