domingo, 4 de abril de 2021

Las vidas negras importan

Hace apenas veinticuatro horas, en torno a las dos de la madrugada, terminé de leer Cómo luchamos por nuestras vidas (How We Fight for Our Lives: A Memorir, 2019; Dos Bigotes, 2021; traducción de Bruno Álvarez Herrero y José Monserrat Vicent) del poeta y escritor afroamericano Saeed Jones. Tras despertarme, a las ocho y media, volví al libro, anoté algunas frases en mi libreta, y me dije que las memorias de Jones no tratan simplemente sobre su lucha por llegar a ser él mismo —“Si mi país iba a odiarme por ser negro y gay, no tenía más remedio que hacer de mí mismo un arma”—, sino también acerca del recuerdo constante de que no basta con sobrevivir, hay que vivir. Jones, poeta galardonado en 2015 por su libro de poemas Prelude to Bruise, en el que denuncia la intolerancia racial y la violencia homofóbica estructural, cultural y familiar —“Father in my room / looking for more sissy clothes / to burn” [Padre en mi habitación / buscando más ropa mariquita / para quemar]—, tuvo claro desde el principio que no quería inscribir su nombre en el club de los poetas muertos: “Melvin Dixon*: muerto, 1992. Essex Hemphill**: muerto, 1995. Joseph Beam***: muerto, 1988. Assotto Saint****: muerto, 1994. Reginald Shepherd*****: muerto, 2008. […] Es demasiado fácil que un hombre gay negro se ahogue****** entre los nombres de otros hombres gais negros muertos”. Aunque parezca un ejercicio de memoria, no lo es. Jones tiene las vidas de estos cinco poetas muy presentes en su libro. De ahí que utilice el plural mayestático en el título. Cómo luchamos por nuestras vidas documenta el proceso por el cual un adolescente gay negro en Estados Unidos —la América del Black Lives Matter, del crimen de odio anti-LGBT de Matthew Shepard, de la agitación social, la ira y la injusticia— se aleja de los espacios de socialización tradicionales, desarrollando compartimientos peligrosos en busca de su propia identidad: “Las personas no somos como somos porque sí. Sacrificamos versiones anteriores de nosotros mismos. Sacrificamos a las personas que se atrevieron a educarnos. La identidad parece no existir hasta que puedes decir ‘Ya no te pertenezco’. […] En apariencia, era un estudiante universitario modelo y feliz. Me había retorcido hasta encajar en la imagen del joven que esperaba que viera mi madre cuando me miraba. Sin embargo, aquello no tenía nada que ver con cómo me sentía cuando me quedaba solo. De pie, frente al espejo, mi reflejo y yo éramos animales rivales dispuestos a arrancarnos las extremidades, una a una, el uno al otro”. Pese a querer ser una parte auténtica de él, el mundo en el que se desenvuelve el yo adolescente de Jones no es sincero ni auténtico, pero tampoco hay razones objetivas para serlo. Buena parte de Cómo luchamos por nuestras vidas no es tanto una historia de supervivencia, como una historia de transformación, sustentada en la necesidad de fundar una nueva moral, incluso desde la culpa, reconociendo los errores y pecados propios.

 

 


 

Al igual que algunas culturas tiene cien palabras para decir ‘nieve’, debería haber cien palabras en nuestro idioma para todas las formas en las que un niño negro puede permanecer despierto por la noche”. 

 

Saeed Jones, Cómo luchamos por nuestras vidas

 

 

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(*) Dixon murió de sida, a los 42 años. Es autor de Trouble the Water y Vanishing Rooms.

(**) Hemphill murió de sida, a los 38 años. Es autor de Ceremonies: Prose and Poetry y Conditions.

(***) Beam murió de sida, a los 34 años. Es autor de las antologías Brother to Brother e In the Life.

(****) Saint murió de sida, a los 37 años. Es autor de Triple Trouble y Stations.

(*****) Sheperd murió de cáncer, a los 45 años. Es autor de Some Are Drowning y Angel, Interrupted.

(******) Jones hace alusión al título del libro de poemas de Sheperd Some Are Drowing [Algunos se están ahogando].