lunes, 2 de noviembre de 2020

Un nadador solitario en el mar secreto de la literatura

Si algo distingue la primera novela publicada en España de Afonso Reis Cabral, Mi hermano (O Meu Irmão, 2014; Acantilado, 2020), es la honestidad brutal con la que el escritor portugués narra el viaje de dos hermanos —un profesor universitario divorciado que asume la tarea de cuidar de su hermano Miguel, un hombre de 40 años con síndrome de Down— al pueblo donde dieron sus primeros pasos, aunque nada prepara realmente al lector para la historia que se cuenta en sus páginas, no aptas para los corazones impresionables. Ya de entrada, el lugar donde transcurre la acción es la personificación del infierno en la tierra, o su prólogo, o su coda. “Esto va a pasar en el Tojal”, dice el narrador del que nunca llegamos a conocer su nombre. “El Tojal está cerca de Arouca y lejos de todas partes. [...] Esta zona de Portugal está hecha de esquisto y hasta el ruido de los pasos hiere. Es duro vivir aquí agarrado a un minúsculo pedazo de tierra, a ver si da algo para comer. Y la gente se entrega, lo da todo de sí misma con la azada en el campo. De alguna manera, la piedra se vuelve fértil y de vez en cuando recompensa con algo”. El lector que quiera adentrarse en la novela de Reis Cabral, en la que el autor parece haber volcado emociones, impresiones, sacudidas íntimas*, ha de hacerlo como buenamente pueda, pues aquí no sirven de nada las herramientas de descodificación convencionales. Antes bien, haría falta liberar la mirada de automatismos y repensar la manera en que interpretamos lo que vemos a través de los ojos del narrador, el cual es incapaz de disimular los celos que le genera ese hermano discapacitado que “tiene todas las disculpas del mundo, que lo comprimió dentro de sí mismo”. El conflicto —externo e interno— del narrador con su hermano es el motor de esta novela que poco a poco nos introduce en un universo de relaciones humanas truncadas, descompuesto en partículas aceleradas que amenazan con convertirse en un huracán de categoría cinco. En Mi hermano, el lector asiste como espectador, pero también como testigo —de cargo—, a un proceso de desintegración familiar, pero además y sobre todo social, pese a la terca resistencia del pueblo del Tojal a extinguirse, a hacerse a un lado para que lo suplante algo mucho peor, más oscuro y perverso. Si no lo ha hecho ya. Mi hermano no acepta clasificaciones fáciles. Reis Cabral crea su propio género, su propio estilo, como buen heredero de su estirpe**. Todo añejado con una caligrafía que parece escrita con una pluma empapada en sangre. Decía Thomas Jefferson que “en materia de estilo, nada con la corriente”. Es muy posible que Mi hermano sea, en materia de estilo, un nadador solitario en el mar secreto de la literatura, aunque más auténtico. Cada nueva brazada lleva a amarlo más.





“Yo había nacido inteligente y perfecto, él había nacido inimputable e incompleto. Siendo hermanos, no podíamos haber nacido en lados más diferentes de la vida y, aun así, uno de nosotros había conquistado el centro de la vida y el otro no. Miguel había abdicado de todos los dones antes de nacer y por eso había conquistado el paraíso en la tierra y Dios lo llevaba de la mano, aceptando lo que él ofrecía. Creció como un ángel herido, en expresión de nuestro padre. Y yo añado: había crecido como un ángel herido y no lo sabía. Le bastaba con existir para existir bien, en paz”.


Afonso Reis Cabral, Mi hermano



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(*) Afonso Reis Cabral tiene un hermano con síndrome de Down, Martim, sólo un año menor que él. 

(**) El autor es bisnieto de José Maria de Eça de Queirós (1845-1900).