domingo, 8 de noviembre de 2020

La vida (o casi) después del Brexit

He leído muchas veces Historia de dos ciudades de Charles Dickens. Y su comienzo*, uno de los más célebres de su extensa obra, muchísimas veces más que la novela entera. Les cuento esto porque la escritora suiza de origen alemán Sibylle Berg en su última novela —la primera que se publica en España— GRM Brainfuck (GRM Brainfuck, 2019; Alianza, 2020), parece rendir homenaje a Dickens acorde con nuestro tiempo:  “El milenio empezó flojo. Ni efecto 2000. Ni una catástrofe. Los habitantes del mundo occidental se habrían alegrado de que tras los interminables y anodinos años noventa por fin pasara algo. Algo que no tuviera nada que ver con una crisis financiera que solo serviría como chute de emociones para los banqueros de inversión en esos últimos metros antes de que sus cuerpos fibrados chocasen contra el asfalto al tirarse por la ventana. [...] Era la época en la que Facebook se había hecho grande. [...] Era la época del bombardeo de fake news, de la manipulación masiva. [...] Era la época en la que a la crueldad real de la gente se le añadía también la virtual”. Aunque la novela está situada en Rochdale, una de las zonas más deprimidas de Manchester, la ambientación en Inglaterra no se debe a que fuera la patria de Dickens, sino a uno de los mayores escándalos sociales de los últimos años en Reino Unido: los abusos sexuales cometidos entre 2008 y 2012 por un grupo de adultos mayormente paquistaníes que violaron y torturaron a adolescentes blancas de clase baja en la ciudad de Rochdale. GRM: Brainfuck narra el clima de miedo de principios del siglo XXI, el auge de las redes sociales, la música grime (o GRM) —un subgénero parecido al hip hop— y la crisis de valores en todos los ámbitos de la vida, todo sucediendo a la vez en un futuro cercano en el que el Brexit** ya ha tenido lugar y el desprecio del capitalismo hacia los pobres se ha institucionalizado de una manera como no lo ha sido nunca antes: “Vagabundos, parados, incapacitados, enfermos, débiles, todos sin excepción tenían que cumplimentar detalladísimos, incompresibles y farragosísimos formularios sin sentido para recibir un subsidio de emergencia que les daba para cubrir las necesidades básicas. Esa parte inútil de la sociedad podía perder todas las ayudas por pequeños errores en los formularios, y ahí se quedaba. En sus rancios cuchitriles sin luz, sin calefacción, sin comida”. En GRM Brainfuck, Berg recurre a la distopía y la sátira mordaz para reflejar en paralelo la brutal realidad de Don (nombre de pila Donatella), Hannah, Karen y Peter, cuatro pubescentes, entre los 8 y los 12 años, que viven en la más absoluta pobreza —con padres y madres ausentes o muertos, o ambas cosas—, deseando que “alguien los abrazara, aunque sabían que no soportarían el abrazo”. Niños y niñas para los que “morirse tenía que ser más cómodo que seguir viviendo”. Cuesta imaginar que hay mundos y vidas cuya realidad no tiene nada que ver con los que nosotros conocemos, pero “te lo tienes que imaginar como si te hubieras metido drogas”, como le dice al final de la novela Karen a Don. GRM Brainfuck no es una novela contra los padres, contra el futuro, contra las ilusiones, contra el neoliberalismo, en realidad es como si Oliver Twist hubiera sido reescrita por George Orwell siguiendo los consejos de Franz Kafka: “Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un golpe en la cabeza, ¿para qué lo estamos leyendo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Dios mío, seríamos felices precisamente si no tuviéramos libros, y el tipo de libros que nos hacen felices son el tipo que escribiríamos nosotros si tuviéramos que hacerlo. Pero necesitamos libros que nos afecten como un desastre, que nos duelan profundamente como la muerte de alguien que quisimos más que a nosotros mismos, como estar desterrados en los bosques más remotos, como un suicidio***”.



“Don ya no era un apéndice de sus padres, sino una persona autónoma. Ya no tenía miedo cuando su madre no estaba, no buscaba su cara por todas partes cuando sentía los primeros signos de malestar, ya no se preguntaba cómo hacerla feliz de una vez por todas. En pocas palabras, ya no se calentaba la cabeza pensando en qué debería esforzarse para que por fin la quisieran. Le iba mejor sin esa absoluta dependencia emocional. [...] Lo que pasaba es que nadie le preguntaba, era tan pequeña que los adultos no la consideraban una persona. Pero ya lo tenía todo: los sentimientos, los pensamientos, la soledad. Solo que aún no tenía compartimentos claros para ordenar todo lo que llevaba dentro”.


Sibylle Berg, GRM Brainfuck



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(*) “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”. 

(**) Otra de las grandes novelas sobre el Brexit, Otoño (Autumn, 2016; Nórdica, 2020) de Ali Smith comienza también parafraseando a Dickens: “Era el peor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Otra vez”.

(***) Carta de Franz Kafka a Oskar Pollak, 1904.