sábado, 20 de junio de 2020

Anticipar lo más duro

Cada siglo, cada época, cada generación tiene su propia experiencia vital con las epidemias, llámense viruela, tifus, cólera, peste, gripe española, Ébola o MERS. Decía Albert Camus en La peste —cito de memoria— que todo lo que el hombre puede ganar al juego de la enfermedad y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. De la pandemia del Covid-19 saldrán muchos libros —de hecho ya hay en las librerías algunos ensayos tempranos, como Pandemia de Slavoj Žižek, ¿Ya es mañana? de Ivan Krastev, Un planeta de virus de Carl Zimmer y Los días de la fiebre de Andrés Felipe Solano—, y se reeditarán otros tantos. De estos últimos hay que saludar la reedición de Diario del año de la peste (A Journal of the Plague Year, 1722; Alba, 2006, reed. 2020) de Daniel Defoe, sobre el brote de peste que arrasó Londres en 1665, y El mapa fantasma (The Ghost Map: The Story of London's Most Terrifying Epidemic and How It Changed Science, Cities, and the Modern World, 2006; Kantolla, 2008, reed. 2020 en Capitán Swing) de Steven Johnson, sobre un brote de cólera que asoló a las clases más bajas* de Londres en 1854. Ambos libros —el  primero una narración en primera persona basada en recuerdos personales pero totalmente ficticia, y el segundo una investigación real sobre un hecho histórico que se lee como una novela de misterio—, escapan a sus propios límites al poner en práctica conceptos de periodismo duro (Diario del año de la peste) o de relato de detectives (El mapa fantasma) de forma imaginativa, brillante y, sobre todo, amena. Pero si hay una retratista familiar de la sociedad inglesa subyugada por una epidemia, esa es sin duda la escritora británica Barbara Comyns, de la que la editorial Gatopardo acaba de recuperar oportunamente su novela Los que cambiaron y los que murieron (Who Was Changed and Who Was Dead, 1954), que permanecía inédita en España**. La primera frase de la novela es todo un titular: “Los patos atravesaron nadando las ventanas del salón”, completado cinco líneas después con un final que anuncia un nuevo orbe distinto del anterior: “El peso del agua las había abierto a la fuerza, de modo que los animales entraron en el interior. Circunnavegaron la estancia entre graznidos de aprobación, después partieron otra vez hacia el exterior para explorar el maravilloso nuevo mundo que había llegado durante la noche”. Cualquiera podría tomarse este libro como un precursor del cambio climático. Pero la inundación no es más que el preludio de la llegada de una misteriosa fiebre que de repente comienza a diezmar la vida de los habitantes del condado de Warwickshire —donde nació Comyns en 1909—, como si se tratase de una plaga bíblica. Los que cambiaron y los que murieron nos recuerda que el lector necesita de vez en cuando contundentes sacudidas que lo liberen de la rutina y la repetición, pero sobre todo lo preparen para anticipar lo más duro.





“A medida que fue transcurriendo el día, la riada comenzó a bajar de nivel. Abandonó el hogar de los Willoweed, y en su lugar dejó barro, hierbajos de río y un penetrante tufo a humedad. Afuera, los niños colocaron guijarros en la hierba para marcar la retirada del agua. El jardín descendía hacia el río y cuando cayó la noche, volvió a ser visible media pendiente, tapizada de flores mojadas y apelmazadas y de césped de un verdor esmeralda. Unos cuantos objetos extraños e inertes yacían desperdigados. El viejo Ives los recogió y los guardó en el cuarto de las calderas. Por desgracia, Dennis vio cómo metía a la fuerza un pavo real”.

Barbara Comyns, Los que cambiaron y los que murieron


___
(*) “Sus propios nombres evocan ahora una especie de catálogo de animales exóticos: recolectores de huesos, traperos, buscadores de materias puras, dragadores, hurgadores del barro, cazadores de las cloacas, captores de polvo, limpiadores de excrementos humanos, hurgadores del río, hombres de la orilla... Eran las clases bajas de Londres, una comunidad de al menos cien mil habitantes”. Steven Johnson, El mapa fantasma (pág., 13).
(**) Aunque no alcanza la fama de Barbara Pym o Iris Murdoch, Barbara Comyns no es una escritora desconocida en España, donde tiene tres novelas publicadas en Alba Editorial: Y las cucharillas eran de Woolworths (1950), La hija del veterinario (1959) y El enebro (1985).