sábado, 3 de agosto de 2019

Un montón de imágenes rotas

Si hay una literatura que tiene diferentes maneras —y todas buenas— de enfrentarse a esa bestia espantosa que es la realidad, esa es sin duda la literatura irlandesa. Ray Bradbury las enumeró brevemente en su ensayo Zen en el arte de escribir (hay edición española en Minotauro, 1995): “Es posible atacarla de frente, lo que es cosa seria, o distraerla con fintas, o atizarla de vez en cuando, bailar para ella, componer una canción, escribir un cuento, prolongar la conversación, volver a llenar la petaca. Todas forman parte del cliché irlandés pero, en el mal clima y la política tambaleante, todas son sinceras”. En Corazón giratorio (The Spinning Heart, 2012; Sajalín, 2019), el escritor irlandés Donal Ryan encara de frente la cruda realidad de una pequeña población irlandesa deprimida por la crisis, el paro y la corrupción a través de veintiuna voces diferentes que dibujan el retrato coral de una comunidad en estado de shock. Bobby Mahon, capataz de obra y primera víctima del constructor corrupto Pokey Burke, abre el coro de voces que nos van poniendo al día de la sordidez y la brutalidad de la miseria en la Irlanda profunda: “Mi padre sigue viviendo al final del camino, después de la represa, en la casucha donde me crié. Voy a verlo todos los días para comprobar si se ha muerto, y todos los días me decepciona. No ha dejado de decepcionarme un solo día. Me sonríe, con esa sonrisa espantosa. Sabe que voy a comprobar si se ha muerto. Sabe que sé que lo sabe. Ríe con esa sonrisa torcida. Le pregunto si le va todo bien y él se limita a reír. Nos miramos un rato y cuando ya no aguanto la peste que despide, me voy. Suerte, digo, te veo mañana. Me verás, responde. Así será, lo sé”. Las voces de Bobby, de su mujer Triona, del inmigrante ruso Vasya, de la madre soltera Réaltín, del padre de Pokey, Josie —Pokey es el único personaje que no tiene voz—, van fijando el espacio de esta “tierra baldía” que T. S. Eliot describió de manera admirable en su magistral poema The Waste Land: “¿Cuáles son las raíces que agarran, qué ramas crecen / en esta basura pétrea? / Hijo del hombre, / no puedes saberlo ni imaginarlo, pues conoces solo / un montón de imágenes rotas”. La queja contra la vida de Eliot tiene su mejor correlato en este Corazón giratorio que me hubiera gustado que tuviera cien, doscientas, trescientas páginas más, una segunda parte o, como se dice en el cine y la televisión, un spin-off, algo que me permitiese seguir ensimismado en el microcosmos empobrecido y dañado de estos palurdos miserables, dicho con todo el cariño del mundo.




“Ahora hasta el último idiota va por ahí quejándose de que el país se va a la mierda. La gran puta, cómo me cansan. El país se va a la mierda, el país se va a la mierda, el país se va a la mierda; los mismos idiotas que hace unos años se quejaban de que el país había enloquecido por el dinero. Te los encuentras en las tiendas, reunidos en corros miserables, comparando estrecheces”.

Donal Ryan, Corazón giratorio